No
sé si todavía atrapado en lo onírico a pesar de haberme levantado ya, trato de
desenmarañar las circunvoluciones de mi mente para entrar en la realidad, no
sin antes pasarme por los matutinos para dar rienda suelta a mi imaginación, lo
que me ayuda a cabalgar con seguridad entre los difusos límites de realidad y
ficción cuando salga de aquí. Por lo demás, la mañana se despierta con algunas
nubes de borra abrazando el sol, quizá retales de los borreguitos contados para
tratar de conciliar el sueño la noche anterior, en otro día de deslumbrante y
soleada primavera con 25ºC de máxima prevista por los madriles.
Este
fin de semana estuve en el cine viendo una de animación. Se trató de "Buñuel
en el laberinto de las tortugas", de Salvador Simó, basado en
un cómic homónimo de Fermín Solís. Es el primer largo que veo de este director.
París
año 1930. Luis Buñuel es una de las principales figuras del movimiento
surrealista y está en el apogeo de su éxito. Tras el estreno de "La edad
de oro" ("L'âge d'or", 1930), que fue un sonoro escándalo,
además de enemistarse con su amigo Salvador Dalí, nadie quiere financiarle su
siguiente proyecto, un documental sobre Las Hurdes. Vuelve a su tierra natal,
junto a su amigo artista Ramón Acín, quien compra un billete de lotería y le
promete que si toca le financiará su película, "Las Hurdes, tierra sin
pan" (1933). Increíblemente eso sucede, así que ambos, junto a dos
colaboradores franceses en las anteriores películas de Buñuel, se dirigen a esa
paupérrima región española de entonces para filmar.
Una
buena película (nota: 6), de animación con incrustaciones de escenas del
auténtico documental que rodó Buñuel, que además de contarnos la peripecia de
como se gestó e hizo el rodaje nos muestra lo que pasaba por la cabeza del
director, sus veleidades artísticas, sus cabezonadas, sus obsesiones, sus
traumas pasados que se le manifiestan en el presente, no en la realidad, sino
en sus alucinaciones oníricas. Fue con la idea de cambiar la sociedad mostrando
al mundo las miserias padecidas por los habitantes hurdanos, al borde mismo de
la supervivencia, pero lo que sucedió es que esa traumática experiencia acabó
por cambiarle a él.
Ahora
unas citas de sabiduría ajena, un par, ambas de Buñuel, que tal vez ayuden a
discernir la paradoja de la liebre y la tortuga, si es que consiguen que
miremos no solo más allá de las apariencias, sino de la misma realidad, e
incluso de las fantasías sobre ella:
- "La realidad, sin imaginación, es la
mitad de la realidad". (Luis
Buñuel).
- "La moda es la manada; lo interesante
es hacer lo que a uno le da la gana".
(Luis Buñuel).
Besos
y abrazos,
Don.
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