Sé
que estos matutinos, desde que nacen de mis algo alocadas circunvoluciones
cerebrales, y a los que mimo lo mejor que puedo, llegarán a alcanzar las
estrellas, e incluso llegarán a ser ellas mismas, mientras se desparraman por
el firmamento cibernético, contando sus cuentos que nos hablan de lo que nos
pasa por los adentros, bálsamo propio y tal vez aviso a otros excéntricos
navegantes que con ellos se crucen. Siguen los días grises y lloviznosos, sin
caer mucha agua que digamos por estos lares, con máximas de en torno a 16ºC,
tibias y agradables como el cariño de una buena madre.
Ayer
por la tarde estuve en el cine viendo "Conociendo a Astrid"
("Unga Astrid"), de Pernille Fischer Christensen, y con Alba August y
Trine Dyrholm. Es el quinto largo de esta directora danesa, de quien había
visto anteriormente dos de sus anteriores: "Alguien a quien amar" ("En du elsker", 2014)
y "A soap (Enjabonado)" ("En soap", 2006).
Años
20 en Suecia. Astrid es una joven que concibe el mundo de manera distinta a
como le enseñan, un espíritu libre que vive con su familia numerosa en la
pequeña granja que cultivan para la iglesia de la pequeña aldea en que viven.
Con 16 años entra a trabajar como aprendiz de periodista de la gacetilla del
lugar, y al poco se queda embarazada de su jefe, un hombre casado y con siete
hijos, en trance de divorciarse, que le promete casarse con ella cuando culmine
el proceso. La estricta y muy religiosa madre, para evitar el escándalo, le
dice que se vaya lejos a tener el bebé, que lo dé en adopción y que podrá
volver. Acepta en principio, pero acabará rebelándose contra esos encorsetados
convencionalismos sociales.
Una
estupenda película (nota: 8), narrada con delicadeza y emoción, en su justo
momento y lugar, punteada por retazos de cartas que durante años los niños
escribieron a Astrid Lindgren (1907-2002), felicitándola y agradeciéndole sus
inspiradores cuentos (infantiles... y para que también piensen los adultos),
sobre la adolescencia y primeros años de juventud de esta autora, años en los
que vivió duras experiencias vitales (fue madre soltera muy joven en una
opresiva sociedad), antes de escribir su obra, a la que dieron lugar años
después, y la marcaron, en la que desde la fabulación infantil reflexionaba
sobre la relación entre adultos y niños, a los que caló en profundidad,
hablándoles claro y sin tapujos, sobre que aceptaran sus miedos sin miedo, y
que siguieran adelante con entereza, sin rendirse ante nada.
Como
bien sabréis es la autora, entre otros cuentos más, de los de la serie de
"Pippi Calzaslargas" ("Pippi Långstrump", años 40), luego
trasladada a una famosa serie de televisión que se emitió en los años 70 por
estos lares, sobre una decidida chica fuera de toda norma, que no se arredra
ante nada, y que vive increíbles aventuras rebosantes de loca fantasía... toda
una antiprincesa de cuento, como la misma autora y su propio nombre no indica
(Astrid es belleza o princesa en nórdico, o estrella en arameo).
Bueno,
pues para seguir conociendo de esto que os acabo de contar, y de aquello, nada
como un poco de sabiduría ajena que añadir a la ya contenida en los cuentos
para niños inteligentes y allende la infancia de Astrid Lindgren:
- "La audacia se adquiere conociendo el
mundo, y la discreción conociendo al hombre". (Ángel Ganivet).
- "Cada cual es como Dios le ha hecho,
pero llega a ser como él mismo se hace".
(Miguel Servet).
Besos
y abrazos,
Don.
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