jueves, 1 de diciembre de 2022

¡Milagro, un pródigo matutino!

¡Buenos días!

No hay milagro que valga, que este y cualquiera de los otros prodigiosos matutinos son la mar de generosos conmigo, con cotidiana regularidad, sin desperdiciar un ápice de sus dones, que le son devueltos por mí con creces, aquí y ahora, sin esperar a espurios paraísos prometidos en el más allá. Y el otoño sigue regalándonos con sus consabidas maravillas, hoy iluminadas por un radiante y divino sol que todo lo mejora, y aireadas por algo de viento. La máxima prevista para hoy por los madriles será de 12ºC.

Ayer por la tarde estuve viendo en Netflix "El prodigio" ("The wonder", 2022), de Sebastián Lelio, basado en la novela homónima de Emma Donoghue, y a su vez en diversos casos de niñas ayunadoras para construir este relato de ficción, y con Florence Pugh, Kíla Lord Cassidy, Tom Burke, Elaine Cassidy, Niamh Algar, Ciarán Hinds, y Toby Jones. Octavo largo de este director chileno, de quien había visto cuatro de sus anteriores, las más recientes, "Gloria Bell" (2018), "Una mujer fantástica" (2017), la para mí magistral "Disobedience" (2017), y "Gloria" (2013).

Año 1862, cuando todavía colean algunos efectos de la gran hambruna irlandesa de unos años atrás. De una remota aldea del inhóspito interior de la isla llegan noticias de una niña de 11 años que lleva cuatro meses sin comer absolutamente nada pero que permanece milagrosamente viva y con buen estado de salud, asegurando que solo se alimenta del maná divino. Multitud de turistas y peregrinos se acercan allí para conocer a la niña-santa. Las autoridades civiles y religiosas de la zona contratan a una enfermera inglesa para que la observe y pueda dar fe (con científico escepticismo por su parte) de si es o no un engaño.

Muy buena película (nota: 7), algo extraña, de maravillosa fotografía con encuadres casi que pictóricos, estéticamente preciosa, esta historia sobre supersticiones, fanatismo religioso, abuso, manipulación y opresión de las mujeres... sobre nuestra necesidad de que nos cuenten cuentos, y sobre cómo se construyen y reconstruyen nuestros recuerdos, las historias (y la Historia), su relato, en función de los más diversos intereses de cada cual, de sus arraigadas creencias que todo lo condicionan. Ubicada en el siglo XIX, pero perfectamente actual, también nos habla sobre la muy necesaria purga, de cuando en cuando, de nuestros lastres del pasado, de nuestras cuestionables creencias (todas), sea con fuego o con agua o echando tierra sobre ellos. Esas niñas-santas que ayunaban, fenómeno del siglo XIX y anteriores, parecen precursoras de las actuales adolescentes rendidas por la anorexia, obnubiladas por la fe en un distorsionado cuerpo irreal, y no por la salvación eterna (de sus almas), como antaño.

Ahora toca algo de sabiduría ajena, que ya sabéis que no es un hecho sobrenatural e inexplicable en estos matutinos, mediante estas prodigiosas citas que vinieron a mí no sé si por ciencia infusa:

 - "Hay más fe en una honrada duda, creedme, que en la mitad de las creencias".  (Alfred Tennyson).

 - "La creencia en algún tipo de maldad sobrenatural no es necesaria. Los hombres por sí solos ya son capaces de cualquier maldad".  (Joseph Conrad).

 - "Era el mejor de los tiempos y era el peor de los tiempos; la edad de la sabiduría y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación".  (Charles Dickens).

Besos y abrazos,

Don.

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