¡Buenas
tardes!
Lo
intentaré, pero ahora que lo pienso va a ser que no, que lo que me conviene
sería cacarear cual gallo desgañitado que enciende el alba y que se pusiera a
llover con las disonancias para que suavizase esta sudorosa canícula que nos
aplatana sin remisión e impide cantar ni hacer nada que implique mover un solo
pelo de nosotros, con máximas previstas para estos días de un poco por debajo
de la cuarentena, que incluso se llegó a rebasar el pasado viernes por los
madriles. Vamos, que en las antípodas térmicas del paraíso nos encontramos,
cercanos a un infierno en plena ebullición, del que huyeron serafines y
querubines afónicos de tanto desafinar cual gallináceas gritando despavoridos.
Pues
ese mismo viernes, por la noche, sin que apenas hubiese bajado la torradera con la caída del inclemente sol,
estuve en un festival de música de Villaviciosa de
Odón en el que ese día tocaba la actuación de un cantaor flamenco, Arcángel,
junto con el guitarrista Jesús Guerrero y el percusionista Agustín Diassera,
soberbios los tres, ¡chapeau! A Arcángel ya lo vi en 2010 en otro concierto, en el XVIII Festival de
Flamenco de Madrid, y en el que actuaba como telonero de Enrique Morente
(también hubo otro telonero más, Dorantes). Ya me encantó entonces, como lo
hizo ahora.
Más
que sobresaliente actuación (nota: 9), que me emocionó
sobremanera y me puso la carne de gallina y los pelos como escarpias en varias
ocasiones, la de este ya maestro en lo de los cantes flamencos, a los que
además sigue haciendo evolucionar, sin prisa pero sin pausa, según me pareció, que
la percusión utilizada, por ejemplo, jamás la había visto ni oído, pues aunque
había elementos como el cajón (de origen peruano, de su música afrolatina), ya
un clásico acompañando las honduras del cante, aunque incorporado recientemente
al flamenco por Paco de Lucía en 1977, había otros nuevos para mí. Si os gusta
el flamenco, o incluso si ni fu ni fa, os recomiendo que lo escuchéis si tenéis
oportunidad y os dejéis envolver por su duende.
Ahora
unas citas de sabiduría ajena que a lo mejor nos llevan a los altares del
entendimiento del mundo que nos rodea (sin tanto agobio como estos tórridos
calores que nos azotan):
- "Cada gallo canta en su gallinero, y el
que es bueno, en el suyo y en el ajeno".
(Refrán).
- "Cuando el mirlo canta, si llueve, señal
de agua". (Refrán).
- "Bajo el verdor con un poco de pan,
vino, el libro de un poeta, y tú cantando a mi lado en el desierto, ¡el
desierto me sería un paraíso!".
(Omar Khayyam).
Besos
y abrazos,
Don.
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