Ladrillo
a ladrillo, palabra a palabra, cuerpo a cuerpo, voy construyendo este matutino,
como cualquiera de los otros que han sido y serán, con la idea de que me vayan
ayudando a ser mejor persona, cual perfecta herramienta multiusos que me saca
de cualquier apuro ante cualquier situación. Esta tarde quizá tenga que sacar a
relucir mi paraguas (o parasol, según el caso), dadas las previstas lluvias que
se alargarán por varios días, siempre tan constructivas, que harán crecer por
doquier la vida. De momento, mientras las nubes van urbanizando cada vez más el
solar celeste y ocultando la solar luz, a disfrutar también de la mañana.
Antes de ayer
por la tarde estuve en el cine viendo "La casa de Jack"
("The house that Jack built"), de Lars von Trier, y con Matt Dillon.
De la filmografía de este extraordinario cineasta, genial con independencia de
cuanto me gusten sus obras, he visto casi todas sus cintas, a saber, "Nymphomaniac. Volumen 2" ("Nymphomaniac. Volume
II", 2013), "Nymphomaniac.
Volumen 1"
("Nymphomaniac. Volume I", 2013), "Melancolía" ("Melancholia", 2011), "Anticristo" ("Antichrist", 2009), "El jefe de todo esto" ("Direktøren for det
hele", 2006), "Manderlay" (2005), la magistral "Dogville" (2003), "Bailar en la oscuridad" ("Dancer in the
dark", 2000), y "Rompiendo las olas" ("Breaking the waves",
1996).
Años
70 en los Estados Unidos. Jack es un ingeniero con ínfulas de arquitecto que
quiere construir su propia casa. Es un asesino en serie, obsesivo compulsivo,
especialmente con el orden y la limpieza, que durante los últimos doce años ha
ido dejando un reguero de cadáveres, casi siempre mujeres, que va almacenando
en su congelador industrial. Para él el asesinato, cada asesinato que comete,
es una auténtica obra de arte. Aunque la policía parece estar cada vez más
cerca de sus pasos, sigue actuando con total impunidad y cada vez se arriesga
más, convencido de su superioridad intelectual.
Película
que no me convenció (nota: 4), extremadamente
original desde luego, excesivamente larga, que a ratos me repelía, a veces me
dejaba indiferente, y por momentos me fascinaba, y con algunas muy interesantes
reflexiones... otras un absoluto desparrame. Historia muy poco edificante,
retorcida, provocadora, apta para estómagos recios, muy recios, pues se recrea
con fruición en lo peor del ser humano, sin tapujos, sobre un tipo, quizá álter
ego del autor para exorcizar sus demonios, tal vez herramienta con la que
ajustar ciertas cuentas pendientes con la sociedad bien pensante de lo
políticamente correcto.
Con
malévola ironía y negrísimo humor, que fue desinflándose progresivamente en
aras del desenfreno, por otra parte marca de la casa, aunque esta vez pienso
que se le fue la pinza en exceso, como en "Anticristo", Trier se autorretrata, cual oscuro
negativo de una colorida foto, sin esconder lo inmensamente pagado de sí mismo
que siempre parece estar. Eso sí, se autocondena al final, no sé si con
regodeo, al infierno más profundo... por pecados mucho más veniales (de
pensamiento) que los de otros (de obra) carentes del más absoluto
remordimiento.
Ahora,
comenzando por una del propio Trier, que se menta en el film hoy glosado, ahí
os dejo unas citas de sabiduría ajena para que podamos construir con mejor
perspectiva, orondamente socarrona, la idea que tenemos de nosotros mismos:
- "Algunos afirman que las atrocidades
que cometemos en la ficción son deseos ocultos que no llevamos a cabo en
nuestra civilización controlada. Por eso los expresamos mediante nuestro arte.
No estoy de acuerdo, creo que el cielo y el infierno son lo mismo. El alma
pertenece al cielo, el cuerpo, al infierno". (Lars von Trier).
- "La televisión ha vuelto a traer el
asesinato a las casas, es decir, donde pertenece". (Alfred Hitchcock).
- "Ver un asesinato por televisión puede
ayudarnos a descargar los propios sentimientos de odio. Si no se tienen
sentimientos de odio, podrán obtenerse en el intervalo publicitario". (Alfred Hitchcock).
Besos
y abrazos,
Don.
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