Justo
en el momento en que el sol asoma por el horizonte de los madriles ve la luz en
las redes este matutino, hecho pasito a pasito y escrito tecla a tecla, tan
redondo, espero, que no necesité de cuadrarlo a martillazos, poco antes de
sumergirme entre las sábanas y bucear por los oníricos mundos de Morfeo, de los
que saldré de sopetón por los timbrazos del despertador y así poder ver este
amanecer, frío, rayano en la helada, más agradable que el de ayer, con alguna
nube por el horizonte que hará que las máximas sean un pelín más cortas que las
de ayer, hoy 12ºC previstos.
Ayer
por la tarde estuve en el cine viendo "El gran baño"
("Le grand bain"), de Gilles Lellouche, y con Mathieu Amalric,
Guillaume Canet, Benoît Poelvoorde, Jean-Hugues Anglade, Virginie Efira, Leïla
Bekhti, Marina Foïs, Philippe Katerine, Alban Ivanov, Félix Moati, y
Balasingham Thamilchelvan. Es el segundo largo, y primero que veo de los de
este director francés, aunque sí que vi un film, "Los infieles" ("Les infidèles", 2012), de
dirección coral, en el que participaba como director en uno de los episodios
que lo componían, el titulado "Las Vegas".
Un
cuarentón, casado y con hijos, lleva dos años totalmente deprimido y enganchado
a un videojuego desde que se quedó en el paro. Su mujer le recomienda practicar
algún deporte y así conoce de la existencia de un grupo de hombres que han
formado un equipo de natación sincronizada masculino en la piscina municipal, y
se apunta, desafiando estereotipos y soportando la incomprensión y burlas de
los que le rodean. Todos rondan la cuarentena, o algo más allá, y son torpones
y fondones. Les dirige, con gran dulzura y comprensión, una ex competidora de
ese deporte, antigua gloria venida a menos y con problemas con el alcohol. Casi
más importante que los entrenos son las charlas reparadoras y consoladoras, muy
terapéuticas, que mantienen entre ellos tras el ejercicio, pues cada cual tiene
sus propios problemas y neuras, al calor de la sauna o al de la barra de un
bar. En un arrebato de optimismo, deciden apuntarse al campeonato mundial de la
especialidad. Cuando la entrenadora, con problemas de autoestima, les deja en
la estacada, es sustituida por su ex compañera en los dúos sincronizados de
antaño, ahora en silla de ruedas, y que les somete a un espartano régimen de
entrenamientos con el fin de que hagan el más digno papel posible en el
campeonato.
Buena
película en general (nota: 6), con sus más y sus
menos, con la que pasé un rato entretenido y a ratos muy divertido.
Tragicomedia sobre unos perdedores en crisis existencial por no haber podido
cumplir sus sueños, desencantados, todos, ellos y ellas, y que compartiendo
penas, sin excesivas reprobaciones mutuas, escuchando, y con trabajo en equipo,
tratan de mantenerse en pie. A pesar de su muy improbable final, de lo que se
trata es de intentar recuperar las perdidas autoestima, dignidad, e ilusión a
base de pequeños triunfos cotidianos, logrados a base de esfuerzo y apoyo
mutuo, tan solo gratificados por la satisfacción de haber dado lo mejor de sí
mismos. ¡Qué más podemos pedir!
Bueno,
si me permitís, un poquito de sabiduría ajena, hoy tan solo un par de citas:
- "Quien se empeña en pegarle una pedrada
a la Luna no lo conseguirá, pero terminará sabiendo manejar la
honda". (Proverbio árabe).
- "Hemos preparado a los hombres para
pensar en el futuro como una tierra prometida que alcanzan los héroes, no como
lo que cualquiera alcanza a un ritmo de sesenta minutos por hora, haga lo que
haga". (Clive Staples Lewis).
Besos
y abrazos,
Don.
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