Nada
parece moverse, aunque de hecho lo haga, incluso imperceptiblemente, porque yo,
más que de Parménides, soy de Heráclito, que opina, y cree, que nada es, todo
fluye. Pues eso, a confiar en que esta invernal serena calma, casi que chicha,
que nos envuelve, en alguno de los días que nos esperan dé un vuelco que, sin
ser una galerna, airee lo suficiente. De momento y como casi siempre
últimamente, leves heladas mañaneras, sol a raudales, nulo viento, y máxima
prevista de unos 12ºC por los madriles.
Este
fin de semana estuve en el cine viendo "La quietud",
de Pablo Trapero, y con Martina Gusman, Bérénice Bejo, Graciela Borges, Edgar
Ramirez, y Joaquín Furriel. De este director argentino había visto tres de sus
anteriores films: "Elclan" (2015), "Elefante blanco" (2012), y "El bonaerense" (2002).
Dos
hermanas se reúnen, tras haber pasado muchos años separadas, pues una de ellas
vive en París, en la enorme y preciosa hacienda campestre familiar, La quietud,
a las afueras de Buenos Aires, debido a que el muy anciano padre, mientras
declaraba ante el fiscal, sufrió un síncope que le ha dejado en coma. Ambas
hermanas retoman los intensos afectos que las unían en su infancia y
adolescencia, pero poco a poco van saliendo a relucir turbios secretos
familiares, el tierno cariño que la matriarca dispensa a la que viene de fuera
y la frialdad con la que trata a la hija que quedó con ellos, que siente gran
dependencia afectiva por el moribundo padre.
Una
estupenda película (nota: 8), de espléndidas maneras formales, esta historia
familiar, dramón en toda regla, o melodramón, según se mire, incómoda de ver a
ratos, bastantes (vi a alguien salir de la sala a mitad del metraje), con mucha
carga erótico-sexual, y cierto deje humorístico, a pesar de lo terrible que se
nos narra. Va sobre la relación, casi que incestuosa, de estas dos hermanas, de
increíble parecido físico que al principio del metraje casi que se confundían
(hasta que te acostumbrabas), pero de maneras de ser muy distintas, lo que se
va averiguando conforme avanza el metraje. También de la casi enfermiza
relación de ellas con su padre y su madre, y con sus amantes cruzados, y de los
secretos más o menos a voces que les implican.
La
quietud del título, amén del nombre de la finca, se percibe en la primera parte
del metraje, que a partir de ahí las turbulencias van apareciendo desde lo más
profundo de los variados recovecos emocionales de los torturados personajes
hasta llegar a lo tempestuoso. Además esta historia familiar es toda una
metáfora de la reciente historia argentina, la de sus últimos cuarenta (y pico)
años.
Ahora
en esta sección de sabiduría ajena, con la que espero nuestros ánimos lleguen a
serenarse lo suficiente como para permitirnos ver con más claridad, que además
podría incluir la primera del anterior matutino, y que solo contiene estos
versos de un poeta argentino que sonarían a ironía si no fuera porque fueron
escritos bastantes años antes de lo narrado en el film:
- "Divina calma del mar,
donde
la luna dilata
largo
reguero de plata
que
induce a peregrinar". (Leopoldo
Lugones, 1874-1938).
Besos
y abrazos,
Don.
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