lunes, 7 de enero de 2019

Inquieta calma matutina

¡Buenos días!

Nada parece moverse, aunque de hecho lo haga, incluso imperceptiblemente, porque yo, más que de Parménides, soy de Heráclito, que opina, y cree, que nada es, todo fluye. Pues eso, a confiar en que esta invernal serena calma, casi que chicha, que nos envuelve, en alguno de los días que nos esperan dé un vuelco que, sin ser una galerna, airee lo suficiente. De momento y como casi siempre últimamente, leves heladas mañaneras, sol a raudales, nulo viento, y máxima prevista de unos 12ºC por los madriles.

Este fin de semana estuve en el cine viendo "La quietud", de Pablo Trapero, y con Martina Gusman, Bérénice Bejo, Graciela Borges, Edgar Ramirez, y Joaquín Furriel. De este director argentino había visto tres de sus anteriores films: "Elclan" (2015), "Elefante blanco" (2012), y "El bonaerense" (2002).

Dos hermanas se reúnen, tras haber pasado muchos años separadas, pues una de ellas vive en París, en la enorme y preciosa hacienda campestre familiar, La quietud, a las afueras de Buenos Aires, debido a que el muy anciano padre, mientras declaraba ante el fiscal, sufrió un síncope que le ha dejado en coma. Ambas hermanas retoman los intensos afectos que las unían en su infancia y adolescencia, pero poco a poco van saliendo a relucir turbios secretos familiares, el tierno cariño que la matriarca dispensa a la que viene de fuera y la frialdad con la que trata a la hija que quedó con ellos, que siente gran dependencia afectiva por el moribundo padre.

Una estupenda película (nota: 8), de espléndidas maneras formales, esta historia familiar, dramón en toda regla, o melodramón, según se mire, incómoda de ver a ratos, bastantes (vi a alguien salir de la sala a mitad del metraje), con mucha carga erótico-sexual, y cierto deje humorístico, a pesar de lo terrible que se nos narra. Va sobre la relación, casi que incestuosa, de estas dos hermanas, de increíble parecido físico que al principio del metraje casi que se confundían (hasta que te acostumbrabas), pero de maneras de ser muy distintas, lo que se va averiguando conforme avanza el metraje. También de la casi enfermiza relación de ellas con su padre y su madre, y con sus amantes cruzados, y de los secretos más o menos a voces que les implican.

La quietud del título, amén del nombre de la finca, se percibe en la primera parte del metraje, que a partir de ahí las turbulencias van apareciendo desde lo más profundo de los variados recovecos emocionales de los torturados personajes hasta llegar a lo tempestuoso. Además esta historia familiar es toda una metáfora de la reciente historia argentina, la de sus últimos cuarenta (y pico) años.

Ahora en esta sección de sabiduría ajena, con la que espero nuestros ánimos lleguen a serenarse lo suficiente como para permitirnos ver con más claridad, que además podría incluir la primera del anterior matutino, y que solo contiene estos versos de un poeta argentino que sonarían a ironía si no fuera porque fueron escritos bastantes años antes de lo narrado en el film:

 - "Divina calma del mar,
donde la luna dilata
largo reguero de plata
que induce a peregrinar".  (Leopoldo Lugones, 1874-1938).

Besos y abrazos,

Don.
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