sábado, 21 de abril de 2018

No comparto la custodia de mis matutinos

¡Buenos días!

Creo que me habéis entendido mal, no soy egoísta, que los matutinos, obviamente, sí que los comparto, como bien comprobáis cada mañana que los lanzo al mundo. De lo que me encargo con celoso esmero es de su guardia en el virtual mundo en el que se alojan, tal vez en lo más recóndito de mis neuronales sinapsis, y de ahí no salen si no es sino con mi explícito permiso. La que también es generosa es esta primavera que en estos últimos días nos está regalando con todo su amor y dulzura unos hedónicos días soleados, cálidos sin agobios (23ºC de máxima prevista para hoy), que nada pretenden de nosotros, pues nos dejan fluir a nuestro antojo, así que nos entregamos con plenitud a la vida que nos insufla.

Este fin de semana estuve en el cine viendo una portentosa película, que desde ya mismo os recomiendo encarecidamente, muy encarecidamente. ¡No os la perdáis, imprescindible! Sin embargo, aunque parezca paradójico, antes os advierto que viéndola pasé uno de los peores tragos de mi vida. Se trató de "Custodia compartida" ("Jusqu'à la garde"), de Xavier Legrand, y con Denis Ménochet, Léa Drucker, y Thomas Gioria. Es el debut, impresionante debut, en el largo de este director francés.

Una pareja con dos hijos se ha divorciado. Él reclama judicialmente la custodia compartida del hijo pequeño (la mayor está a punto de cumplir los 18) pues ella se mudó de ciudad con ambos hijos huyendo de la violencia de su ex. A pesar de los argumentos maternales y de que ninguno de los hijos quiere estar con su padre, la juez dictamina al final custodia compartida, y el pobre chaval acaba como arma arrojadiza de las trifulcas de ambos, a medida que la relación de la expareja se va deteriorando cada vez más si cabe.

Magistral película (nota: 10), cum laude, plena de una tensión insoportable que no decae ni siquiera en los breves momentos de relax que nos concede, agazapada en cualquier esquina, y que nos zarandea hasta las mismísimas entrañas. Éxtasis cinematográfico y dolorosísima catarsis emocional. Y todo comienza desde el primer segundo de metraje, con maneras de thriller judicial casi documental, para luego, poco a poco, mientras transita por el crudo retrato social, ir derivando hacia una de intensísimo suspense que genera un tremendo malestar en el espectador, para acabar en una de terror canónico, sin un ápice de gore, que da más miedo que cualquier otra del género, básicamente por las toneladas de dolorosa realidad cotidiana que rezuma a borbotones y estremece sobremanera.

Introspectiva de los estados de ánimo de sus protagonistas, sin embargo casi que saltan a conmover al patio de butacas a base de miradas y silencios que dicen más que las palabras. Nos habla de violencia doméstica y de género, llevada hasta el mismo terror, casi de pesadilla, por muy real que sea, de traumáticas separaciones maritales, de hijos usados como armas arrojadizas, de escuchar lo que ellos tienen que decirnos, del infernal calvario por el que pasan las mujeres maltratadas, de... y todo para tratar de concienciarnos de que esto sucede continuamente a nuestro alrededor, queramos o no verlo. En varios aspectos tiene bastante que ver con otra excelente película, esta española, "Te doy mis ojos" (2003) de Icíar Bollaín.

Ahora ahí os dejo unas citas de sabiduría ajena que comparto con vosotros y tal vez nos guarden de...:

 - "En amor todo ha terminado desde el día en que uno de los dos amantes piensa que sería posible un ruptura".  (Paul Bourget).

 - "Cuando uno tiene motivos de quejarse de un amigo, conviene separarse de él gradualmente, y desatar, más bien que romper, los lazos de la amistad".  (Catón).

 - "Es triste condición de la humanidad que más se unen los hombres para compartir los mismos odios que para compartir un mismo amor".  (Jacinto Benavente).

 - "Nunca se entra por la violencia dentro de un corazón".  (Molière).

Besos y abrazos,

Don.
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