En
esta paradisiaca isla matutina, siempre de clima tan dulce como el que hoy hace
fuera, por los madriles, sereno, soleado y con 26ºC de máxima prevista, o casi
siempre por las islas afortunadas, que según la etimología de su nombre
debieran estar repletas de canes más que de emplumados canoros enjaulados,
intento siempre hacer de mi capa un sayo, sin ladrar en demasía, ni por
supuesto morder, aullando de gusto en el trance.
Ayer
por la tarde estuve en el cine viendo "Isla de perros"
("Isle of dogs"), de Wes Anderson. Se trató de una de animación
usando la técnica del stop-motion. Noveno largo de este director, de quien
había visto la mitad de sus anteriores: "El Gran Hotel Budapest" ("The Grand Budapest
Hotel", 2014), "Moonrise kingdom" (2012), "Viaje a Darjeeling" ("The Darjeeling
Limited", 2007), y "Life aquatic" ("The life aquatic with Steve
Zissou", 2004), siempre con su muy estrambótica mirada que retrata la
realidad como excéntricos universos de cuento.
En
una megalópolis japonesa, en un futuro cercano, el corrupto y autoritario
gobierno local ha generado artificialmente una histeria colectiva contra los
perros. Para resolver esta crisis perruna, y aunque sabe de un antídoto creado
por un científico, ha decidido expulsar a todos los perros de la ciudad,
infectados por la gripe canina y otros virus, a una isla próxima en la que se
almacenan las ingentes cantidades de desechos que se producen en esa sociedad.
Un chaval de 12 años, sobrino del dictador, viaja hasta allí, esquivando los
controles gubernamentales, para tratar de recuperar a su perro guardián, que le
cuidó diligentemente mientras estuvo enfermo. Contará con la inestimable ayuda
de una panda de canes desterrados que por allí malviven y merodean.
Otra
película de Wes Anderson, siempre con su peculiar estilo a cuestas, que me
desconcertó (nota: 5) y dejó frío, como la mayoría de las otras suyas
que he visto, a pesar de la apabullante calidad de la animación (en este caso)
y de la imaginativa originalidad de la historia (siempre), marca de la casa del
director, con su humor absurdo e hierático. Además de la evidente historia de
aventuras que vive el chaval, es toda una parábola que rezuma fascinación por
Japón y su cultura, y que toca multitud de temas de candente actualidad:
corrupción política, manipulación informativa, marginación de las minorías,
intolerancia al diferente, crisis de refugiados, maltrato animal, degradación
del medio ambiente, tejemanejes de las farmacéuticas... que podrían combatirse
con algo de insumisión ante las injusticias, solidaridad, democracia (de la
verdadera, no de la fingida de querencias absolutistas), etc.
Bueno,
y ahora, antes de daros los lametones finales con los que me despido, unas
citas de sabiduría ajena que espero nos ayuden a no acabar como el perro y el gato:
- "Mucho te quiero, perrito; pero pan,
poquito". (Refrán).
- "Cuanto más conozco a los hombres, más
admiro a los perros". (Madame de
Sévigné).
- "Podemos observar en la república de
los perros que todo el Estado disfruta de la paz más absoluta después de una
comida abundante, y que surgen entre ellos contiendas civiles tan pronto como
un hueso grande viene a caer en poder de algún perro principal, el cual lo
reparte con unos pocos, estableciendo una oligarquía, o lo conserva para sí,
estableciendo una tiranía".
(Jonathan Swift).
- "La socialización sólo se presenta
cuando la coexistencia aislada de los individuos adopta formas determinantes de
cooperación y colaboración que caen bajo el concepto general de la acción
recíproca". (Georg Simmel).
- "El infortunio, el aislamiento, el
abandono y la pobreza son campos de batalla que tienen sus héroes". (Víctor Hugo).
Besos
y abrazos,
Don.
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