¡Buenos días!
Otra mañana más que me reúno
aquí con mis correligionarios, y cualquiera que se anime a pasar por aquí, a
disfrutar con bien de todo lo que se nos ofrece, exteriorizando nuestros
anhelos y sentimientos, ventilándolos, para no dar la más mínima opción a que
se revengan. Como en estos días otoñales de más frescor, con máxima prevista en
torno a los 15ºC, de tiempo revuelto, con lluvias e incluso tormentas, en los
que es más fácil incluso airear lo que sea.
Ayer por la tarde estuve en
el cine viendo "El club", de Pablo Larraín, y
con Alfredo Castro, Roberto Farias, Antonia Zegers, Alejandro Goic, Alejandro
Sieveking, Jaime Vadell, y Marcelo Alonso. Es el quinto largo de este director
chileno, de quien había visto su anterior, "No" (2012).
En un remoto pueblo de
Chile, en una casa aislada, conviven cuatro hombres bajo la férrea tutela de
una mujer, cuya única ocupación parece ser cuidar de un galgo y entrenarlo para
que gane carreras. En realidad son cuatro curas recluidos, al cuidado de una
monja, allí exiliados para expiar pecados de su turbio pasado. La llegada de un
quinto miembro a tal club hará tambalear su armonía, obligándoles recordar lo
que creían olvidado.
Una estupenda película (nota:
8), parábola moral con ramalazos de thriller, áspera, dura,
contundente, incómoda de ver a ratos (muchos), pero infinitamente menos que una
charla a un niño o adolescente por parte de un cura con obsesiva fijación por
la entrepierna y sus alrededores, como si todo lo que hay en este mundo (y en
el de más allá) estuviera allí concentrado. Una espléndida fotografía de cuidados
encuadres, sucia, turbia, brumosa, sombría y desvaída, fea por momentos, realza
el claustrofóbico ambiente que se nos muestra.
Retrato de las más oscuras
trastiendas de esa sociedad secreta llamada iglesia católica, a través de este
club de la película, en el que no todos los recluidos son delincuentes, que
algunos tan sólo manifestaron su modo de ser, alfombra bajo la que se barre lo
que afea su lustre. Institución empecinada en ocultar a toda costa lo que no le
conviene, por ilegal que sea, que niega la evidencia, cuajada de hipocresías,
tan inmóvil que acabará por pudrirse por falta de verdadero aire renovador, que
cambia lo nimio para que nada cambie, tal y como muestra el desolador final de
la película.
Ahora algo de sabiduría
ajena, necesario aire fresco para evitar apolillamientos de nuestras neuronas:
- "Nunca pertenecería a un club que
admitiera como socio a alguien como yo".
(Groucho Marx).
- "La iglesia nos pide que al entrar en
ella nos quitemos el sombrero, no la cabeza". (Gilbert K. Chesterton).
- "El que pretende que la religión se
debe encontrar en la iglesia, puede abstenerse de ir a la iglesia". (John H. Newman).
- "Intencionadamente o no, se confunden
siempre los jueces con la justicia y los curas con Dios. Así se acostumbran los
hombres a desconfiar de la justicia y de Dios". (Alphonse Karr).
- "Gracias a Dios, todavía soy ateo". (Luis Buñuel).
- "Gracias a Dios, todavía soy ateo". (Luis Buñuel).
Besos y abrazos,
Don.
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