martes, 13 de octubre de 2015

Club matutino

¡Buenos días!

Otra mañana más que me reúno aquí con mis correligionarios, y cualquiera que se anime a pasar por aquí, a disfrutar con bien de todo lo que se nos ofrece, exteriorizando nuestros anhelos y sentimientos, ventilándolos, para no dar la más mínima opción a que se revengan. Como en estos días otoñales de más frescor, con máxima prevista en torno a los 15ºC, de tiempo revuelto, con lluvias e incluso tormentas, en los que es más fácil incluso airear lo que sea.

Ayer por la tarde estuve en el cine viendo "El club", de Pablo Larraín, y con Alfredo Castro, Roberto Farias, Antonia Zegers, Alejandro Goic, Alejandro Sieveking, Jaime Vadell, y Marcelo Alonso. Es el quinto largo de este director chileno, de quien había visto su anterior, "No" (2012).

En un remoto pueblo de Chile, en una casa aislada, conviven cuatro hombres bajo la férrea tutela de una mujer, cuya única ocupación parece ser cuidar de un galgo y entrenarlo para que gane carreras. En realidad son cuatro curas recluidos, al cuidado de una monja, allí exiliados para expiar pecados de su turbio pasado. La llegada de un quinto miembro a tal club hará tambalear su armonía, obligándoles recordar lo que creían olvidado.

Una estupenda película (nota: 8), parábola moral con ramalazos de thriller, áspera, dura, contundente, incómoda de ver a ratos (muchos), pero infinitamente menos que una charla a un niño o adolescente por parte de un cura con obsesiva fijación por la entrepierna y sus alrededores, como si todo lo que hay en este mundo (y en el de más allá) estuviera allí concentrado. Una espléndida fotografía de cuidados encuadres, sucia, turbia, brumosa, sombría y desvaída, fea por momentos, realza el claustrofóbico ambiente que se nos muestra.

Retrato de las más oscuras trastiendas de esa sociedad secreta llamada iglesia católica, a través de este club de la película, en el que no todos los recluidos son delincuentes, que algunos tan sólo manifestaron su modo de ser, alfombra bajo la que se barre lo que afea su lustre. Institución empecinada en ocultar a toda costa lo que no le conviene, por ilegal que sea, que niega la evidencia, cuajada de hipocresías, tan inmóvil que acabará por pudrirse por falta de verdadero aire renovador, que cambia lo nimio para que nada cambie, tal y como muestra el desolador final de la película.

Ahora algo de sabiduría ajena, necesario aire fresco para evitar apolillamientos de nuestras neuronas:

 - "Nunca pertenecería a un club que admitiera como socio a alguien como yo".  (Groucho Marx).

 - "La iglesia nos pide que al entrar en ella nos quitemos el sombrero, no la cabeza".  (Gilbert K. Chesterton).

 - "El que pretende que la religión se debe encontrar en la iglesia, puede abstenerse de ir a la iglesia".  (John H. Newman).

 - "Intencionadamente o no, se confunden siempre los jueces con la justicia y los curas con Dios. Así se acostumbran los hombres a desconfiar de la justicia y de Dios".  (Alphonse Karr).

 - "Gracias a Dios, todavía soy ateo".  (Luis Buñuel).

Besos y abrazos,

Don.
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