¡Buenos días!
No es que éste, ni ningún
otro matutino lo sea por sí mismo, sino que todos saborean y disfrutan
amablemente de las dulzuras y acritudes, cuando no amargores, de lo que esta
vida nos depara, tratando de conjugarlos con suave armonía, tal y como hacen
las buenas mandarinas en nuestro deleitado paladar. Y como esta misma primavera
hace también con nosotros, en pasados días con dulce calor de muy suave verano,
y hoy mismo (máxima prevista para hoy de 21ºC), con algo de ácido frescor que
burbujee en nuestro ser. Las eventuales amarguras climáticas quedarán, si
acaso, para algunos grises días del melancólico otoño, que ahora no tocan.
Ayer por la tarde estuve en
el cine viendo "Mandarinas"
("Mandariinid"), de Zaza Urushadze, y con Lembit Ulfsak, Elmo
Nüganen, Giorgi Nakashidze, Misha Meskhi, y Raivo Trass. Coproducción entre
Estonia y Georgia que este año fue candidata al Óscar y al Globo de Oro a mejor
película de habla no inglesa.
En los primeros años noventa
del pasado siglo, justo tras la disolución de la URSS, durante la guerra de
Abjasia, región que quería independizarse de Georgia, un par de ancianos
vecinos que allí viven solos y aislados, uno carpintero que hace cajas para
mandarinas, y el otro que las cultiva en su finca, hijos de emigrantes estonios
en Georgia, y que por diversos motivos no quisieron regresar a Estonia con sus
familias para escapar de la guerra, acogen en la casa del carpintero a dos
soldados muy malheridos tras una escaramuza entre contendientes de ambos
bandos, justo en las inmediaciones del campo de mandarinos, un mercenario
checheno que lucha en pro de los abjasios, y un soldado georgiano, habiendo
fallecido el resto de ambas patrullas. El anciano anfitrión tratará de curarles
sus heridas, no sólo las físicas, sino también las emocionales, obligándoles a
convivir mientras estén en su casa, mediante su sereno y firme talante.
Una estupenda película (nota:
8), que os recomiendo, y tan deliciosa como degustar una buena
mandarina, este drama antibelicista, muy humanista, que muestra de un modo
sencillo la palmaria insensatez de las guerras, siempre motivadas por el dinero
y la riqueza pero se venden como exacerbación de inexistentes diferencias entre
los hombres, tales como la patria, la religión, el idioma, y demás memeces que
muchos borregos siguen irreflexivamente. Esta historia nos muestra gente de
difusa nacionalidad viviendo en países de fronteras movedizas según las
ventoleras de la historia; gente que se cree, o les hacen creer, enemigos, pero
que pueden convertirse en amigos a poco que se rocen, no precisamente en el
sentido de discutir (o sí, en su buen sentido), sino en el de trato y
conocimiento mutuo, vis a vis, ausentes de prejuicios grupales.
Por eso de encerrar a
"irreconciliables" enemigos en un pequeño coto cerrado me recordó a
"En tierra de nadie" ("Ničija zemlja",
"No man's land", 2001) de Danis Tanovic, o a "Perdidos en la nieve" ("Into the white",
2012) de Petter Næss, por citar dos films recientes que recuerdo, así, a bote
pronto; y también a "Los limoneros" ("Etz limon", 2008) de Eran
Riklis, por las obvias referencias cítricas, y por resaltar lo absurdo de todo
conflicto.
Ahora algo de sabiduría
ajena, que nos aporte calmado sosiego para analizar lo que nos rodea, y no
saltar por un quítame allá esas pajas:
- "La guerra es una masacre entre gentes
que no se conocen para provecho de gentes que sí se conocen pero que no se
masacran". (Paul Valéry).
- "Todas las guerras son santas. Os
desafío a que encontréis un beligerante que no crea tener al cielo de su
parte". (Jean Anouilh).
- "La guerra es un juego que los reyes,
si sus súbditos fueran inteligentes, no jugarían jamás". (William Cowper).
Besos y abrazos,
Don.
_____
No hay comentarios:
Publicar un comentario