¡Buenos días!
Sí, y los amo sobre todas
las cosas, aunque a veces diga su nombre en vano, bueno, no sigo más pues no
voy a poner aquí todo el decálogo de mandamientos matutinos, que casi ni sé
cual es, pero desde luego el que seguro sí que sigo es ese de que amaré al
prójimo como a mí mismo, y dado lo bien que me quiero, pues imaginaros. Hoy
seguimos con otro día de esplendoroso y agradabilísimo otoño, soleado y con
alguna nube, que se vendrán a más a partir de mañana, pues los augurios
meteorológicos vaticinan, a través de sus profetas los hombres del tiempo, que
lloverá sábado y domingo. Amén.
Ayer por la tarde estuve en
el cine viendo "Exodus: dioses y reyes"
("Exodus: gods and kings"), de Ridley Scott, y con Christian Bale,
Joel Edgerton, Aaron Paul, Sigourney Weaver, Ben Kingsley, John Turturro, María
Valverde, Ben Mendelsohn, Golshifteh
Farahani, y Hiam Abbass. De este veterano director había visto la mayoría de su
larga filmografía, con sus altibajos, desde su debut con la sobresaliente
"Los duelistas" ("The duellists", 1978), siguiendo por la
estupenda "Alien, el octavo pasajero" ("Alien", 1979), y
por esa obra maestra absoluta que es para mí "Blade runner" (1982);
y terminando por la ultima suya que vi, su penúltima hasta ahora,
"Prometheus" (2012).
Moisés, que desconoce su
origen judío pues ha sido criado como hermano, no de sangre, del hijo del
faraón, se cae del guindo, se enemista con su hermano ya faraón, es desterrado
al desierto, sufre delirios por falta de agua y comida y cree ver a Dios
(vamos, un espejismo del desierto de los de toda la vida), se vuelve un
iluminado y lidera el éxodo en busca de una tierra no sé si prometida o jurada,
más bien emigración forzada por las naturales plagas que asolaron el Egipto de
entonces y el maltrato de sus habitantes a los judíos, vamos, nada que no
suceda, haya sucedido, y seguirá sucediendo mientras haya humanidad... y
animalidad, que los animales también migran cuando escasea el alimento, y sin
tanta disquisición mística. Como veis, peculiar sinopsis que os dejo del
episodio bíblico, sin las mágicas recreaciones del dichoso libro testamentario,
tal vez debida a mis clásicos desvaríos mañaneros cuando todavía no me liberé
de los morfeicos éteres de la somnolencia.
Una buena película, con sus
más y sus menos, espectacular como corresponde a una gran producción, y que nos
muestra a un Dios cruel, vengativo y guerrero con los que no comulgan con él,
todo un dechado de virtudes, vamos, que despliega por todo el Antiguo
Testamento. Todo un tirano que exige obediencia so pena de terribles desdichas.
O eso, o es una invención de mesiánicos gobernantes de antaño para tener así
bajo su terrorífico yugo a dóciles hordas de plebeyos. ¡Ah!, también debería
ver este film el actual pueblo de Israel, a modo de espejo que le muestre que
ahora ellos hacen de egipcios con sus convecinos. ¿Qué fue de aquel mandamiento
de "no codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu
prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de
tu prójimo"?... ¡Y cuanto mal hace eso del ojo por ojo!... Hace pocos
meses vi otra adaptación de un episodio bíblico, "Noé"
("Noah") de Darren Aronofsky,
que nada me gustó, así que la glosada hoy es mucho mejor, por comparación.
Ahora algo de sabiduría
ajena, pensamientos que emigran de otras mentes hacia las nuestras, auténtico
maná intelectual, comenzando y terminando por el más universal de los
aforismos, presente en casi todas y cada una de las múltiples y diversas
culturas que en el mundo son y han sido, y que he tomado en la forma más conocida
para mí, porque me amamantaron con esa mitología, aunque no pueda amar a Dios
sobre todas las cosas porque para mí está tan infinitamente alejado (o no
próximo) que no existe:
- "Ama al prójimo como a ti
mismo". (Evangelio de San Mateo 'Mt
22: 37-40', Nuevo Testamento, La Biblia).
Y yo amo a mis más
allegados. Besos y abrazos,
Don.
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