viernes, 31 de enero de 2020

Matutino que se hace cruces

¡Buenos días!

Tras tantos días de tupida y gris nubosidad, lo que empezaba a ser ya una pesada carga en nuestro ánimo, esta mañana asoman unos rayos de sol por el cielo, ¡admirable!, así que exultante vuelvo a mis quehaceres matutinos, los propios de mi sexo y condición, aunque no impuestos por nadie más que yo mismo. La máxima prevista para hoy por los madriles será de 14ºC.

Ayer por la tarde estuve en el cine viendo "Dios es mujer y se llama Petrunya" ("Gospod postoi, imeto i' e Petrunija"), de Teona Strugar Mitevska, y con Zorica Nusheva y Labina Mitevska. Es el primer largo que veo de los de esta directora macedonia.

Petrunya es una treintañera regordeta, sin oficio ni beneficio, desempleada que vive con desgana en casa de sus padres en una pequeña localidad, quien tras la enésima entrevista laboral en la que es rechazada, apesadumbrada y ensimismada, se topa con una procesión religiosa y se deja arrastrar por ella. En los países ortodoxos, el día de su Epifanía, en enero, se celebra una ceremonia en la que el sacerdote del lugar lanza una cruz al agua, arrojándose todos los hombres a por ella. Quien la consiga tendrá un año de buena suerte y prosperidad. Sin saber cómo ni porqué, ella se zambulle junto con la marabunta de machotes y consigue el premio, lo que es considerado un ultraje por todos pues ha roto la tradición, y le piden que la devuelva, incluso con amenazas e insultos, a lo que se niega y huye, acosada por la horda, también por la policía, que la detiene para interrogarla. Una reportera que por allí anda también quiere una entrevista.

Buena película (nota: 6), con sus más y sus menos, divertida y entretenida, que partiendo de un hecho real pergeña una tragicómica alegoría de como rancias tradiciones siguen ninguneando a la mujer todavía en este siglo XXI, y un alegato de denuncia contra el trasnochado y misógino machismo intolerante que impide la justicia y la equidad entre géneros en el resto de ámbitos sociales. Poderoso personaje principal, que lucha casi por azar contra los roles tradicionales, tatuados a fuego, de las mujeres, obligada a pasar su particular vía crucis, lo que la eleva no a los altares sino al propio empoderamiento. Las situaciones narradas se van reduciendo al absurdo, cual si de una proposición lógico-matemática se tratara, para conseguir demostrar la idiotez de muchos postulados seculares.

Ahora toca cruzar la línea de la tradicional sabiduría ajena matutina:

 - "Ni Cristo pasó de la cruz, ni yo paso de aquí".  (Refrán).

 - "Sí, la vida es eso. Por muy atrás o muy adelante que se mire. Una pertinaz llama en la barbacoa de los huesos, esa necesidad de andar un poco más de lo posible, de resistir hasta el fin, de cruzar una raya, un límite, de durar todavía, más allá de toda desesperanza y resignación".  (Augusto Roa Bastos).

 - "Lleva tu cruz cantando y no suspirando. En todo mercado vale más una sonrisa que mil lamentos".  (Charles Lamb).

Besos y abrazos,

Don.
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