Felices
ellos, sí, que con generosidad infinita me dan todo lo que tienen, y viceversa,
enriqueciéndose ellos tanto o más que yo mismo, y al revés, y tanto que se lo
agradezco. Como a este espléndido otoño que hoy nos regala otro día gris, con
más lloviznas que lluvias, caídas antes de que levante el sol, que luego solo
quedarán las enjugadas nubes. Tibios 13ºC de máxima prevista para hoy.
Ayer
por la tarde estuve en el cine viendo "Los miserables"
("Les misérables"), de Ladj Ly, y con Damien Bonnard, Alexis Manenti,
Djibril Zonga, e Issa Perica. Es el primer largo de este director francés de
origen maliense.
Francia
acaba de ganar el mundial de fútbol de 2018. Éxtasis nacional, explosión de
júbilo que a todos integra (fugaz y ficticiamente). Al día siguiente, un
policía llega trasladado a la comisaría de un conflictivo y deprimido barrio
periférico parisino donde viven mayoritariamente inmigrantes, Montferneuil, el
mismo en el que Víctor Hugo desarrolló buena parte de la trama de su obra
"Los miserables". Le asignan ir de patrulla con otros dos compañeros
con gran experiencia en el barrio y enseguida descubre los poco éticos
procedimientos de estos en medio de un latente conflicto entre diversas bandas
callejeras. Durante una operación en la que arrestan a un adolescente y en la
que se ven desbordados, la situación se les va de las manos, hiriendo
gravemente al chaval, mientras todo ha sido grabado accidentalmente por el dron
de otro chico del barrio. Esto puede ser la chispa que encienda una violenta
revuelta callejera en el polvorín suburbial.
Estupenda
película (nota: 8), de tensión casi constante, angustiosa a ratos,
que te mantiene en incómoda situación, que no es adaptación de la novela de
Víctor Hugo, aunque algún paralelismo hay, y cuyo origen es un corto homónimo,
de hace dos años, del propio director. Thriller policiaco con denuncia social
que saca a la luz situaciones que tendemos a esconder bajo la alfombra e incita
a hacernos preguntas y podría ser una especie de aviso a navegantes
(dirigentes, por ejemplo), que el director sabe muy bien de lo que habla, con
estilo casi documental, aunque bastante metafórica también. Crudo retrato sin maniqueísmos
de un barrio marginal de gente miserable, unos por desdichados, otros por
ruines, casi todos por ambas cosas, en el que se cuece a fuego lento la
insatisfacción, la crispación, y en el que solo hace falta una chispa para que
salte todo por los aires en ese polvorín. En cierto modo me recordó a otra
película francesa, "El odio" ("La haine", 1995) de Mathieu
Kassovitz.
Termino
con la sección de sabiduría ajena, con una sola cita, ¿para qué decir más?, la
misma con la que remata la película, y que se menta en la novela de Víctor Hugo:
- "No hay ni malas hierbas ni hombres
malos. No hay más que malos cultivadores".
(Víctor Hugo).
Besos
y abrazos,
Don.
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