Otro
matutino más por entre el que revoloteo feliz y azarosamente esperando que me
acojan con paciente amor, como siempre, colmando mis ilusionados deseos casi al
instante. Como los de esta dulce y soleada mañana invernal, ya anhelando la
primavera, esperándola con paciente ilusión, con su madrugada lejos de la
helada y 13ºC de máxima prevista para hoy por los madriles.
Este
fin de semana estuve viendo (y escuchando) una ópera en un
pequeño auditorio municipal no capitalino. Se trató del clásico "Madama
Butterfly", con música de Giacomo Puccini y libreto de
Giuseppe Giacosa y Luigi Illica, e interpretada por el elenco de la Camerata
Lírica de España. Como ya sucedió el año pasado cuando fui a ver "Rigoletto", podría decirse que fue una ópera de
bolsillo, para teatros pequeños y humildes, pues aunque iba con decorados, trajes
y demás atrezo, e incluso estaba subtitulada en una especie de dosel sobre el
escenario, para así poder entender la letra de las canciones, sin embargo la
música corría a cargo de tan solo un pianista, no había orquesta, aunque sí
cantantes y coro.
Además
de las dos anteriores, también había visto otras dos a lo grande, en el Teatro
Real de Madrid, "Turandot" y "Aida", así como la adaptación de otra al cine, "La bohème", dirigida por Robert Dornhelm, al estilo de
aquel mítico "Estudio 1" de TVE, en el que se recreaban fielmente
insignes obras de teatro por la tele.
Mediante
los tejemanejes de un liante casamentero, una hermosa quinceañera japonesa
concierta su matrimonio con un oficial de la Armada estadounidense que solo la
ve como un pasatiempo pasajero mientras se encuentra por allí de misión con su
buque, por lo que es repudiada por su familia. Pocos días después de la boda él
parte de regreso a su país con la falsa promesa de regresar. Tras tres años y
ya casi en la ruina, durante los cuales el alcahuete ha estado intentando
concertarle nuevos matrimonios, ella sigue esperándolo con amoroso anhelo, y
ante las presiones para que olvide al otro y se case con un rico pretendiente
ella amenaza con matarse. Un día aparece el marino junto a su nueva esposa, y
al enterarse de que tuvo un hijo suyo quiere llevárselo de vuelta a Estados
Unidos y criarlo allí, a lo que ella acepta resignadamente, tras haberse caído
del guindo en lo que a su amado respecta, y se lo entrega. Ante la definitiva
pérdida de su amor y de su hijo, ya muerta en vida, se suicidará.
A
pesar de ser una de las obras cumbre del género operístico, esta adaptación
para teatro pequeño me gustó con moderación (nota: 5). Los
cantantes bien, destacando especialmente para mí la soprano protagonista y la
mezzo que hacía de la criada, con unas voces bonitas, pero le faltó grandeza al
conjunto por culpa de la falta de orquesta. No desmereció en general... bueno,
un desmerecimiento particular, pues el que se encargaba del ritmo de paso de
los subtítulos habría que haberle dado un café o similar, pues iba a su bola,
durmiéndose de cuando en cuando, con bastante frecuencia... o eso, o es que
vivía en otra onda.
Ahora
unas citas de sabiduría ajena, que espero den sus frutos y que volváis a ella
de continuo:
- "Quien espera, desespera; y quien
viene, nunca llega". (Refrán).
- "La esperanza es el pan del
alma". (Refrán).
- "El bien, buscarlo; y el mal,
esperarlo". (Refrán).
- "Cuando ya no se tienen esperanzas, es
cuando no hay que desesperar de nada".
(Séneca).
Besos
y abrazos,
Don.
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