martes, 3 de julio de 2018

Nos seguimos viendo en los matutinos

¡Buenos días!

Otra mañana más que vuelvo a encontrarme con los matutinos, donde mi mente se eleva por encima de las eventuales adversidades para volver al mundo terrenal con otro modo de ver las cosas. El verano sigue pacífico, sin abusar, sin bombardearnos con su inclemente poderío térmico, con lo que las temperaturas siguen agradables, con 30ºC de máxima prevista para hoy por los madriles. No nos engañemos, volverá a la carga con todo su rigor en cuanto nos descuidemos.

Ayer por la tarde estuve en el cine viendo "Nos vemos allá arriba" ("Au revoir là-haut"), basado en la afamada novela homónima de Pierre Lemaitre, dirigido por Albert Dupontel, y con él mismo, Nahuel Pérez Biscayart, Laurent Lafitte, Niels Arestrup, Émilie Dequenne y Melanie Thierry. Es el sexto largo, y segundo que veo tras "9 meses... de condena" ("9 mois ferme", 2013), como director de este también guionista y actor, de quien además he visto algunas películas más en las que actuaba para otros directores.

Año 1920 en una ciudad colonial francesa en Marruecos. Un hombre detenido declara en la gendarmería acusado de varios delitos. Inicia su relato en noviembre de 1918, a pocos días de terminar la I Guerra Mundial, cuando conoció en las trincheras a otro soldado, aficionado al dibujo. El último día de la guerra, contraviniendo órdenes superiores de cese de hostilidades, el miserable teniente de su compañía ordena un ataque, en el que el segundo acaba gravemente herido, al borde de la muerte y con el rostro completamente desfigurado. Ya licenciados, se trasladan a París, y el primero le ayuda y cuida, mientras sobreviven a la miseria como buenamente pueden, hasta que ambos idean una estafa para embolsarse parte del dinero de los corruptos gobernantes y magnates que les enviaron a la guerra y siguen enriqueciéndose todavía más tras ella.

Una tragicomedia algo excéntrica que, salvo ratos sueltos, no me llegó (nota: 5). La historia no me acabó de cautivar, el tono que le dio el director me mantuvo incómodo (no he leído la novela y no puedo comparar), aunque formalmente tiene su punto de originalidad, eso sí, algo sobrecargada en su barroquismo y delirio. Humor negro, un tanto peculiar, situaciones extrañas y desconcertantes, sombrías. Con su abierto deje antibelicista, y de crítica socio-política, esta fábula nos habla de picaresca en la posguerra, de los míseros por subsistir y de los codiciosos poderosos por abusar todavía más, de los demoledores efectos en toda sociedad de cualquier guerra, se gane o se pierda; también de corrupción, traumas bélicos que se arrastran hacia el futuro, venganza, olvido y perdón.

Me trajo leves reminiscencias tanto de películas, como las portentosas "Senderos de gloria" ("Paths of glory", 1957) de Stanley Kubrick y "Johnny cogió su fusil" ("Johnny got his gun", 1971) de Dalton Trumbo, por sus historias, o "Delicatessen" (1991) de Jean-Pierre Jeunet y Marc Caro, por algunas de sus maneras formales; como de obras literacias, como las picarescas del Siglo de Oro o la novela gótica de Gastón Leroux "El fantasma de la ópera" ("Le fantôme de l'Opéra", 1910).

Ahora, antes de volvernos a ver en el siguiente matutino, ahí os dejo un par de citas de sabiduría ajena:

 - "No se puede ganar una guerra, como tampoco se puede ganar un terremoto".  (Jeannette Rankin).

 - "Uno cree que muere por la patria y muere por los industriales".  (Anatole France).

Besos y abrazos,

Don.
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