¡Buenos días!
Mañana que no llega a ser tricolor, pues tenemos el azul del cielo, el blanco de algunas tímidas nubes, pero nos faltaría el rojizo de la calima, que por estos días no tenemos por los madriles. Menos mal. Aunque la jornada se nos presenta tórrida, ya anunciado esto en la pasada noche tropical (mínima de 23ºC bastante insomnes al amanecer), y una máxima prevista de 38ºC, a la sombra, que al sol ni hablamos. Así que me libero de toda la ropa posible, me refugio en una fresquita cueva y me pongo a escribir este matutino que espero no me genere ningún sudor.
Ayer por la tarde estuve en el cine viendo "Tres colores: Azul" ("Trois couleurs: Bleu", 1993), de Krzysztof Kieslowski, y con Juliette Binoche, Benoît Régent, Hélène Vincent, Florence Pernel, Charlotte Vêry, y Emmanuelle Riva. Es la primera de una triloga sobre los colores (azul, blanco, rojo) y lemas (liberté, égalité, fraternité) de la bandera francesa, que ahora se reestrena remasterizada unos treinta años después. De este prestigioso director polaco (fallecido en 1996) recuerdo haber visto hace ya bastantes años otra de sus películas, "La doble vida de Verónica" ("La double vie de Véronique", 1991).
Una mujer viaja en coche con su hija y marido, prestigioso compositor musical. Sufren un accidente, ella es la única superviviente. Tras salir del hospital, decide vender todas sus posesiones y comenzar una nueva vida en otra parte, independiente, solitaria y anónima, alejada de los privilegios que antes disfrutaba, con total libertad para hacer lo que buenamente le plazca. El ayudante de su marido, enamorado secretamente de ella, trata de sacarla de su aislamiento, y de convencerla para que le ayude a terminar un concierto inacabado (presumiblemente escrito casi en su totalidad por ella, como también anteriores obras) que el Consejo de Europa encargó a su fallecido esposo.
Una película bluf (nota: 4), de la que mucha gente me había hablado bien de ella, pero a mí me pareció bastante muermazo, una colección de estampas inconexas las más de las veces que no me dijo apenas nada, o fui yo, que no pillé la elevación propuesta, tan alta y críptica para mí que me mareó... hacia el final pareció querer sacarme de mi atonía, pero falsa alarma, terminé tan somnoliento como empecé, eso sí, ¡conseguí evitar la cabezadita, lo que dice mucho en su favor!, quizá debido a que perderse el angelical rostro de la joven Binoche, en la que se recrea el director, sería pecado, y no estoy para ir al infierno, que con estos tórridos días de verano me parece suficiente, aunque puede que sea excomulgado por ciertas sectas cinéfilas. Me pareció otra de esas películas con mucha forma (estilosísima formalmente), y poco contenido, muy bella incluso, aunque bastante manierista... y pretenciosa además. Dado lo poco que me han gustado las dos únicas películas que hasta ahora he visto de este director, que recuerdo que "La doble vida de Verónica" incluso me pareció un puntito más aburrida e incomprensible, y que no me gusta ir a ver películas que intuyo no me gustarán (no he nacido para sufrir a sabiendas), es muy probable que no vaya a ver las dos que me quedan de la trilogía, pues prometen más de lo mismo.
Bueno, pues como siempre, antes de que este matutino vuele a su libre albedrío una vez publicado, ahí os dejo estas citas de sabiduría ajena:
- "¿Qué hace falta para ser feliz? Un poco de cielo azul encima de nuestras cabezas, un vientecillo tibio, la paz del espíritu". (André Maurois).
- "La verdadera libertad consiste en el dominio absoluto de sí mismo". (Michel E. de Montaigne).
- "También las indecisiones se toman, también dejar de hacer es una forma de hacer". (Carmen Martín Gaite).
- "¿Quién se romperá los cascos para comprender lo incomprensible? El hombre; pues generalmente cree que, cuando oye palabras, éstas deben necesariamente inducir a la reflexión". (Johann W. Goethe).
Besos y abrazos,
Don.
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