lunes, 27 de noviembre de 2023

Compartido matutino que no pide amor

¡Buenos días!

Quisiera que vuelva el otoño gris, leve pero casi constantemente lluvioso, para abrazarme con él, pero no está por la labor, así que como no puedo traerlo a la fuerza me toca esperar, no sé si en vano, y disfrutar de lo que tengo a mano, como esta cada vez menos soleada mañana, que se va nublando. Se esperan 14ºC de máxima para hoy por los madriles. Pues eso, no por pedir amor se recibirá necesariamente, que lo mejor es buscarlo sin empeño y dejarle entrar cuando tenga que aparecer, como estos matutinos con los que comparto confidencias, que casi cada mañana aparecen en mi vida sin saber cuándo ni cómo, pero su razonable regularidad me aporta cierta tranquilidad.

Este fin de semana estuve en el cine viendo "El amor de Andrea" (2023), de Manuel Martín Cuenca, y con Lupe Mateo Barredo, Fidel Sierra, Cayetano Rodríguez Anglada, Agustín Domínguez, Irka Lugo, Jesús Ortiz, Inés Amueva y Jose M. Verdulla Otero. Es el séptimo largo de este muy sobresaliente director, de quien he visto sus seis anteriores: "La hija" (2021), "El autor" (2017), "Caníbal" (2013), "La mitad de Óscar" (2010), "Malas temporadas" (2005), y "La flaqueza del bolchevique" (2003).

Andrea es una chica de 15 años que vive en la ciudad de Cádiz con sus dos hermanos pequeños y su madre, que se divorció hace unos años. Como la madre trabaja de sol a sol, la hija prepara el desayuno a sus hermanos, los lleva al cole, los recoge, los lleva al parque a jugar, les da de comer, merendar y cenar, además de ir a clase ella misma al instituto. No entiende por qué su padre desapareció de sus vidas y no volvió a verlos, su madre le da evasivas ante sus preguntas, pero quiere recuperar su amor, así que averigua donde vive ahora, cerca, en el pueblo de al otro lado de la bahía, y un día se marcha a su encuentro, pero el padre la esquiva, no quiere saber de ella.

Una deliciosa película (nota: 8) que vi con sumo agrado, muy luminosa y natural como la vida misma, con actores no profesionales o poco conocidos, destacando su radiante joven protagonista, magnética, con la que empaticé sobremanera. Muy introspectiva, a veces incluso ensimismada, transcurre con paso quedo y pocas palabras, en las antípodas de todo aspaviento, en el que seguro caerían otros en mayor o menor grado con este material. El punto de vista es el de la inocencia infantil (y adolescente), que va madurando emocionalmente durante el proceso, soltando amarras, rompiendo cordones umbilicales paternos para buscar su propio camino. Nos habla de familia, del padre, de la madre, de amor (que no se busca, se encuentra) y desamor, de la necesidad de los hijos, más cuanto más pequeños, de sentir el amor de sus progenitores, de los conflictos matrimoniales que tanto daño hacen, por los irreductibles egoísmos de ambos, a los hijos, de la necesidad de estos de ser escuchados. Os la recomiendo, pero imagino que no será del gusto de la mayoría, de esa que prefiere que sucedan atropelladamente cosas, por inanes que sean, en lugar de sentir lo que pasa apenas rozándote.

No os pido que os gusten estas citas de sabiduría ajena que comparto con vosotros, pero dejaros querer por ellas, que algo bueno os darán:

 - "Las personas que comparten y expresan sus sentimientos se adaptan mejor a los cambios".  (Luis Rojas Marcos).

 - "Te colme la felicidad o te abrume el sufrimiento, el corazón necesita un segundo corazón. La alegría compartida es doble alegría, y el dolor repartido es medio dolor".  (Christoph August Tiedge).

 - "El amor no debe pedir, ni tampoco exigir. Ha de tener la fuerza de encontrar en sí mismo la certeza. En ese momento ya no se siente atraído, sino que atrae él mismo".  (Hermann Hesse).

Besos y abrazos,

Don.

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