Otro
matutino, como los demás, tan amoroso, que encuentro por entre los resquicios
sinápticos de mis entendederas mientras chisporrotean, pero que se me pierden
en la oscura caverna craneal. Sin embargo, aunque no los sienta, están, y
aunque los perciba, no están, juguetean conmigo. Pero desde luego, a pesar de
sus intermitencias casi que binarias, siempre permanecen cual corriente continua
que me alimenta, alternándose, unos días sí y otros no, a su libre y
probabilístico albedrío... como la vida misma. Por lo demás, el otoño aquí
sigue, todavía no ha desaparecido, pocos días antes del solsticio invernal,
cuando pasará a otra dimensión, de la que regresará tras el segundo equinoccio
del año que viene. La máxima prevista para hoy, muy binaria en su composición
decimal, de sí o no, 10ºC, bueno, ya veremos si al final son esos grados, o
rondan por ahí.
Este
fin de semana estuve en el cine viendo "Miamor perdido",
de Emilio Martínez Lázaro, y con Dani Rovira, Michelle Jenner, María Hinojosa,
Vito Sanz, y muchos otros más, que salvo los dos absolutos protagonistas, el
resto es muy coral. De este veterano director, que debutó en los años 70, he
visto casi todos sus largos, en concreto sus seis anteriores más recientes:
"Ocho apellidos catalanes" (2015), "Ocho apellidos vascos" (2014), "La montaña rusa" (2012), "Las 13 rosas" (2007), "Los dos lados de la cama" (2005), y "El otro lado de la cama" (2002).
Un
chico y una chica, de larga trayectoria en relaciones sentimentales rotas pues
no creen en el amor a largo plazo, acaban de romper ambos con sus respectivos
últimos ligues. De noche, totalmente borrachos, se conocen de golpe, tras
atropellar en bici el uno a la otra. Flechazo inmediato. Tras varias citas y
como consecuencia de haber encontrado un gato abandonado en la calle, al que
adoptan, deciden irse a vivir juntos. Le llaman Schrödinger, por eso del
ejemplo cuántico, pero como es muy complicado de decir, le renombran Miamor.
Tras un tiempo, rompen mientras elucubran hipotéticamente quien se quedaría con
la custodia gatuna si se separaran, y en la discusión posterior entre ambos, el
gato se escapa. Pegan carteles con el reclamo "Miamor perdido" para
encontrarlo... y él acaba por hacerlo, pero al ver que se ha vuelto a enrollar
con otro le dice a ella que apareció muerto y se lo queda. El gato, y su amor,
está vivo y muerto a la vez, según quién y cómo lo considere. Cuando ella se
entere por casualidad de la mentira comenzará entre ambos una espiral de bromas
hirientes, a ver quien hace más daño.
Con
sus más y sus menos, buena película en general (nota: 6), que me
hizo reír en ciertos momentos con su ingenio y pasé un rato entretenido, sin
alharacas; y en otros me disgustó algo. Comedia romántica alocada, un puntito
gamberra, con dos excéntricos protagonistas que acaban por colisionar en sus
erráticas trayectorias, que empezó muy bien, aunque se fue desinflando poco a
poco, y ni los golpes y porrazos, "cachi" que cachiporrazos, con
apuntes escatológicos, de su segunda parte, ni el final pastelero, ayudaron a
enderezar su buena órbita. Guerra de sexos, en definitiva, por entre esa difusa
y fina frontera que hay entre el amor y el odio; por entre el cuántico (o
shakespeariano) ser o no ser del amor.
Y
ahora, antes de que se me pierda este matutino y hasta que encuentre el
siguiente, ahí os dejo unas citas de sabiduría ajena, de las que aleatoriamente
encontré por ahí:
- "Quien bueyes ha perdido, cencerros se
le antojan". (Refrán).
- "Si conoces que vas perdido, muda
consejo y camino". (Refrán).
- "Nuestra experiencia se compone más de
ilusiones perdidas que de prudencia adquirida". (Joseph Roux).
- "No ser amado es una simple desventura.
La verdadera desgracia es no saber amar".
(Albert Camus).
Besos
y abrazos,
Don.
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