martes, 20 de diciembre de 2016

Imperecedera fugacidad matutina

¡Buenos días!

Otro efímero matutino más que viene al mundo, y que en breve nos dejará entre besos y abrazos, sin llantos, para hacernos más suave la despedida, que trataremos de llevar con la mejor de las elegancias, lejos de cualquier aspaviento emocional. Pero son tantos, y llegan con tal regularidad, cual si rolaran en interminable carrusel, que casi parecen el mismo -de tal palo, tal astilla- que van y vienen a nuestras vidas cada mañana. Hoy es el último día completo de este delicioso otoño, que mañana miércoles, poco antes del mediodía, se nos despedirá con su natural distinción atravesando el umbral solsticial hacia su más allá, para dejar paso a la siguiente generación, a la estación invernal que ya despunta por las entretelas del clima.

Ayer por la tarde estuve en el cine viendo "Éternité", basada en la novela "L'élégance des veuves" de Alice Ferney, dirigida por Tran Ahn Hung, y con Audrey Tautou, Mélanie Laurent, Bérénice Bejo, y Jérèmie Renier. De este director vietnamita tan sólo había visto su anterior film, el estupendo "Tokio blues (Norwegian wood)" ("Noruwei no mori", 2010).

Finales del siglo XIX en Francia. Una familia aristocrática formada por matrimonio y tres hijas. Una de ellas se casa y tiene seis hijos e hijas, uno de los cuales se casa con otra mujer, que también es madre de una numerosa prole... Gente que va naciendo y muriendo. Al final, en nuestros días, en un puente de París, una joven, de la quinta generación de esa numerosa familia, corre al encuentro de su amado. Fin.

¿Fin?... Bueno, seguramente supondremos que terminará por tener otra caterva de retoños, o no tantos, que en estos tiempos de hoy en día no se estila tal cosa... y así sucesivamente... Siento, bueno, no lo siento, el haberos destripado el final de esta historia nada sorprendente... y además os he imaginado a mi estilo el más allá del final abierto. Disfrutad con el entretanto, quizá, si es que vais a verla, que yo no la disfruté gran cosa (nota: 4).

En este film de época, románticamente amanerado, se nos muestra la vida de tres generaciones de mujeres, y otra de la quinta de esta saga familiar, en la fugacísima coda final de apenas unos segundos. Y lo hace sin apenas diálogos, con una voz en off que más me pareció latoso repiqueteo, y una banda sonora que todo lo invadía, sin apenas resquicio para otras cosas. No me gustó su aburrido modo de narrar con preciosistas imágenes, a veces sensuales y elegantes, que tan sólo parecían transmitir sensaciones estéticas, las más de las veces de postal de cucamonas, y emociones maternales, de vida y muerte, todo muy dulcificado. Es más, la exaltación de la maternidad que es este film, creo que debería haber llevado a sus creadores a titularlo "Maternité".

Ahora llega la sabiduría ajena, en un rápido y breve repaso por un par de citas, que espero no se me pongan tontorronas y nos crezcan los enanos:

 - "La vida, como una cúpula de cristales multicolores, deforma la blancura esplendorosa de la eternidad".  (Percy B. Shelley).

 - "Grande es siempre el amor maternal, pero toca en lo sublime cuando se mezcla con la admiración por el hijo amado".  (Ángel Ganivet).

Besos y abrazos,

Don.
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