¡Buenos
días!
No
es culpa mía que se me pasara el día de ayer, y algunos más de esta semana, sin
gastaros la inocentada de otro de mis desparrames mañaneros, pero al menos me
gasté la broma, ¡inocente de mí!, de ir de nuevo al cine, a ver si sigo
aprendiendo algo más de la vida a través de mi casi religión cinéfila. Y ya
empieza a dejar de ser gracioso el que sigamos teniendo tantos días seguidos de
soleada calma chicha, tantos que los madriles tienen de nuevo una gran boina,
tan densa de polución que hoy inauguramos por primera vez en la historia eso de
las matrículas pares e impares prohibidas para circular en sus respectivos
días.
Pues
eso, ayer por la tarde volví a ir al cine con mi despierta inocencia para ver
la película "Las inocentes" ("Les innocentes"), de
Anne Fontaine, y con Lou de Laâge (preciosa), Agata Buzek, Agata Kulesza, y
Vincent Macaigne. Está basada en un hecho real. De esta directora
franco-luxemburguesa había visto tres de sus anteriores films, "Primavera en Normandía" ("Gemma Bovery",
2014), "Dos madres perfectas" ("Adore", 2013), y
"Cocó, de la rebeldía a la leyenda de Chanel"
("Coco avant Chanel", 2009).
Polonia,
1945, al poco del final de la II Guerra Mundial, en un convento de monjas se
encierra un secreto. Una enfermera de la Cruz Roja francesa, destacada en un
hospital de campaña cercano, junto a otros médicos y enfermeros, para curar y
repatriar a los soldados franceses que todavía quedan heridos, acude a la
llamada de auxilio de una de las monjas para que vaya al monasterio para curar
a una de sus compañeras. Allí descubrirá que está embarazada, y que también lo
están buena parte del resto, debido a que meses antes unos soldados rusos
entraron y las violaron.
Una
buena película (nota: 6), este drama contenido en su dureza, sobrio, de
muy buena factura formal, sobre la maternidad (incluso la forzada) y su
arrolladora fuerza vital, que pasa por encima hasta de la más recalcitrante de
las intransigencias; sobre la fe -en general, que no es potestad exclusiva de
la religión-, los choques entre la aberrante fe ciega e ignorante y la racional
ciencia, y el entendimiento entre ésta y aquella, cuando sale del cerril
enclaustramiento y se abre a la vida. También sobre el tambaleo casi constante
de las más arraigadas creencias, más si tienen que enfrentarse a dilemas
éticos, cuando incluso acaban por derrumbarse.
Ahora
algo de sabiduría ajena, que nos ayude a librarnos de buena parte de nuestros
candores, aunque no del todo, que eso no es muy bueno:
- "El 28 de diciembre nos recuerda lo que
somos durante los otros 364 días del año".
(Mark Twain).
- "La fuerza más fuerte de todas es un
corazón inocente". (Víctor Hugo).
- "Nunca me he desprendido de la
infancia, y eso se paga caro. La inocencia es un lujo que uno no se puede
permitir y del que te quieren despertar a bofetadas". (Ana María Matute).
- "Sería muy simpático que existiera
Dios, que hubiese creado el mundo y fuese una benevolente providencia; que
existieran un orden moral en el universo y una vida futura; pero es un hecho
muy sorprendente el que todo esto sea exactamente lo que nosotros nos sentimos
obligados a creer que exista".
(Sigmund Freud).
Besos
y abrazos,
Don.
_____
No hay comentarios:
Publicar un comentario