martes, 8 de noviembre de 2016

Matutino bailoteo

¡Buenos días!

Vuelvo a encaramarme casi aleteando, como ayer, al escenario de otro de mis matutinos a ver lo que oteo por la platea de este soleado y fresco día otoñal (máxima prevista para hoy de 11ºC), mientras serpenteo casi bailando por entre las ya primeras hojas caídas de las cada vez más ralas copas arbóreas, de sienes más bien doradas que plateadas, al contrario que las mías propias. Incluso alguna hoja me ha deleitado con su bamboleante danza descendente al albur de la brisa, casi suspendida en el aire, hasta posarse ingrávidamente en la acera. Se llevó toda mi ovación tras ese eterno instante glorioso.

Ayer por la tarde estuve en el cine viendo "La bailarina" ("La danseuse"), de Stéphanie di Giusto, y con Soko, Gaspard Ulliel, Mélanie Thierry, Lily-Rose Depp, y François Damiens. Es el debut en el largo de esta directora francesa, que está basado en la novela biográfica, que no biografía, de Giovanni Lista "Loïe Fuller. Danseuse de la Belle Époque".

Una joven, Loïe Fuller, nacida en el medio oeste de los Estados Unidos, trabaja en una explotación ganadera a fines del s.XIX junto a su padre, de origen francés. Al ser asesinado este, se traslada a Nueva York, donde vive su madre -norteamericana-, y sin su aprobación trata de trabajar como actriz en los espectáculos de variedades de la ciudad, despuntando como incipiente e innovadora bailarina, autodidacta e intuitiva. Ayudada por un decadente noble francés que allí vivía, se traslada a París donde llegará a convertirse en una estrella de los cabarets de la Belle Époque gracias a su vanguardista y muy estético espectáculo de danza, en las antípodas de cualquier canon de la época, y que siempre trataba de mejorar. Patentó diversos inventos de iluminación escénica y la coreografía de sus danzas. La llegada de una jovencísima Isadora Duncan, a la que apoyó en sus primeros espectáculos en Europa a principios del s.XX y quiso contratar para su cuerpo de baile, precipitará su caída, amén de las lesiones musculares y articulares causadas por su agotadora performance y la incipiente ceguera por la intensidad de los focos que utilizaba.

Una buena película (nota: 6), con sus más y sus menos, de oscura fotografía más bien lánguida, recreación algo inventada de la vida de esta mujer tenaz, que no cesó de perseguir sus sueños y que revolucionó la escena durante la Belle Époque con sus fascinantes bailes, nada canónicos, apoyados por una sugerente luminotecnia creada por ella misma, autoinmolada en aras de su constante afán de superación.

Pues mientras sigo tecleando, casi levitando coreográficamente al son de la música del teclado, ya en el final, nos dejamos posar tenuemente sobre la sabiduría ajena, que espero conjugar bien, sin bailar letra alguna, y que os suene lo armoniosamente posible:

 - "El baile es escultura en movimiento".  (Walter Sorell).

 - "Empecé a bailar en el momento mismo en que supe mantenerme en pie. He bailado toda mi vida. El hombre, la Humanidad, todo el mundo debe bailar. Así ha sido y así será siempre. Es inútil que se interpongan algunos y que no quieran comprender una necesidad natural que nos ha dado la Naturaleza misma".  (Isadora Duncan).

Besos y abrazos,

Don.
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