¡Buenos
días!
Otra
mañana más que acudo a mis bien amados matutinos para que me rescaten de
cualquier mal que pudiera acaecerme; y tal vez librarme de la vehemencia según
la cual sopla o no el viento, y de bambolearme al albur de las circunstancias.
Pues si pudiéramos prever algo de lo que esté por venir, tal vez navegaríamos
con mejor y más decidido rumbo hacia donde sea menester. Por lo demás, las
previsiones meteorológicas anuncian para hoy 17ºC de máxima, algo de sol y la
desaparición de las lloviznas de ayer, o tal vez no, que es posible que vuelvan
a caer; así que paraguas en ristre estemos prevenidos ante cualquier contingencia
y gentilmente cedérselo a, o compartirlo con, quien lo necesite por su olvido o
necesidad.
Ayer
por la tarde estuve en el cine viendo un film documental. Se trató de "Fuego
en el mar" ("Fuocoammare"), de Gianfranco Rosi. Es
el primer largo que veo de este documentalista italiano.
La
isla de Lampedusa, de 20 km2 y con unos cinco mil habitantes, es el
punto más meridional de Italia, mucho más cerca de las costas africanas que de
las de Sicilia. Desde hace poco más de 20 años se ha convertido en un lugar de
cada vez más masivos desembarcos de desesperados inmigrantes ilegales
procedentes de África y Asia que huyen de las guerras, el hambre y la miseria.
En ese período, han pasado por allí unas 400.000 personas, de las cuales casi
20.000 han fallecido en los naufragios de las destartaladas barcazas que los
transportaban. Para ellos esta mínima isla es la puerta de entrada en Europa.
Una
buena película (nota: 6) este documental, con bellas imágenes, que no
solamente nos muestra los trágicos sucesos que aparecen en los telediarios, eso
sí, sin la más mínima concesión a truculencia alguna, sino que también nos
relata la cotidianidad de sus habitantes naturales, básicamente a través de las
peripecias de un inquieto chaval de 12 años, que podría verse como encarnación
de la misma Europa, ensimismado en sus infantiles y algo crueles juegos, y con
su ojo vago que no ve o no quiere ver lo que le rodea. También a través de
algunos otros familiares y convecinos más. Dos mundos sin apenas conexión. En
especial, a destacar, el médico de familia del pueblo, que también atiende a
los inmigrantes que por allí pasan, y certifica su muerte (si tal es el caso),
por las cosas que dice -las que ha visto, vivido y las que siente-. Se palpa la
tragedia de los inmigrantes sin apenas ver nada de lo terrible de su
experiencia, salvo en el tercio final, con algunos ramalazos secos (o húmedos
de tanta agua de mar), de esos que te ponen el estómago del revés, cual si
navegásemos por un mar proceloso.
Ahora
la sabiduría ajena, con unas pocas citas, que no a mares, calentitas, recién
sacadas del fuego de mis búsquedas, no sé si de la piedra filosofal, y que tal
vez nos rescaten de la ignorancia:
- "Probamos el oro en el fuego,
distinguimos a nuestros amigos en la adversidad". (Isócrates).
- "La multitud, como el mar, es por sí
misma inmóvil, es tranquila o procelosa, según sean los vientos o las auras que
las conmuevan". (Tito Livio).
- "Si una sociedad libre no puede ayudar
a sus muchos pobres, tampoco podrá salvar a sus pocos ricos". (John F. Kennedy).
- "Dar la felicidad y hacer el bien, he
ahí nuestra ley, nuestra ancla de salvación, nuestro faro, nuestra razón de
ser". (H. F. Amiel).
Besos
y abrazos,
Don.
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