¡Buenos días!
Dado que todavía el ardoroso
verano no ha llegado con todo su rigor (máximas que no rebasan los 30ºC), ni
nos ha aplatanado aún ni ha agostado los tiernos brotes primaverales que por
doquier todavía perduran, como alguna que otra espinilla facial de mi rostro,
remedo de mi ya lejana adolescencia. La nada verderona visión y contemplación
de mis ideales y juveniles hadas y ninfas matutinas, cual revoltosos brotes
verdes abriéndose camino con decisión hacia el vivificante sol, serena mi
ánimo, evitando que se encienda por nada.
Ayer por la tarde estuve en
el cine viendo "Foxfire, confesiones de una banda de chicas"
("Foxfire, confessions of a girl gang"), de Laurent Cantet, basada en
una novela de Joyce Carol Oates, y con Raven Adamson, Katie Coseni, y Madeleine
Bisson, entre varias otras más. Es el sexto largo de este director y guionista,
de quien había visto sus dos últimos: la más que sobresaliente y
recomendabilísima "La clase" ("Entre les murs", 2008),
y "Hacia el sur" ("Vers le sud", 2005).
A mediados de los años 50,
en una pequeña ciudad obrera de los Estados Unidos, cerca de Nueva York, un
grupo de rebeldes chicas adolescentes deciden formar una banda, a medio camino
entre pandilla de barrio, sociedad secreta y hermandad de sangre, a la que
llaman Foxfire. Este grupo femenino de justicieras feministas se tatuará una
llama en la espalda y jurarán un pacto de lealtad eterna, viviendo según sus
propias reglas en una destartalada granja que alquilan, especie de utópica
comuna, hartas de ser discriminadas y humilladas por ser mujeres y pobres.
Pronto, sus contradicciones se harán patentes al enfrentarse a la rígida
realidad que les ha tocado vivir.
Una estupenda película que
os recomiendo, que me encantó por las reflexiones que me indujo, por su tono y
cadencia, y por lo que cuenta y como lo hace. Cine social (y parabólico sin
moralizante dogma, que cada cual sacará sus conclusiones), con un estilo
cercano al documental, aunque no tanto como el de su anterior y magnífico film,
premiado en Cannes, "La clase". Esta oscura visión antagónica, poco o
nada maniquea, del manido feliz sueño americano de los años 50 y 60 a través de
estas chicas que quieren ser dueñas de su destino, también puede verse como una
especie de alegoría sobre la pérdida de la inocencia y la disipación de las
utopías juveniles (o no, según los casos, lo que las hace pervivir a través de
las generaciones), o como un peculiar retrato de la formación de grupos
revolucionarios, catalizadores de un continuo y necesario cambio, que para
ellos es demasiado lento, y que cuando consiguen lo que desean, devienen con
facilidad en dogmáticas y estacionarias dictaduras. Paradojas y contradicciones
inherentes a las revoluciones muy aceleradas.
Ahora algo de astuta
sabiduría ajena, que seguro ayuda a un más sereno análisis de lo que nos rodea:
- "Un verdadero espíritu de rebeldía es
aquel que busca la felicidad en esta vida". (Henrik Ibsen).
- "Al contrario del esquema habitual me
he hecho gradualmente más rebelde a medida que envejezco". (Bertrand Russell).
- "El fuego de la leña verde proporciona
más humo que calor". (proverbio
español).
- "Hasta el diablo era hermoso cuando era
mozo". (refrán).
- "Los pequeños actos que se ejecutan son
mejores que todos aquellos grandes que se planean". (George E. Marshall).
- "Los privilegiados arriesgarán siempre
su completa destrucción antes que ceder una mínima parte de sus
privilegios". (Antonio Gala).
- "Es la más estéril y peligrosa utopía
querer vivir del pasado". (Richard
Wagner).
- "La desobediencia es la virtud original
del hombre. Mediante la desobediencia y la rebelión se ha realizado el
progreso". (Óscar Wilde).
- "La utopía está en el horizonte. Camino
dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá.
¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar". (Eduardo Galeano).
Besos y abrazos,
Don.
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