¡Buenos días!
Bien avenidas parecen las nubes que hoy surcan el cielo con el sol que ahora asoma por el horizonte, en esta muy agradable mañana de primavera en la que se esperan 22ºC de máxima por los madriles. Espero que no empiecen a disentir entre ellos y las nubes rompan las hostilidades (o a llorar) soltando unas gotas, también pronosticadas con cierta probabilidad. Salvo esto, no veo fragilidad en mi relación con los matutinos ni entre ellos, amén de algunos chismes sin mayor importancia, y a los que no suelo dar crédito (como los bancos a quienes más lo necesitarían).
Este fin de semana estuve en el cine viendo "La caja de cristal" ("Black box", 2023), de Asli Özge, y con Luise Heyer, Felix Kramer, Christian Berkel, Timur Magomedgadzhiev, y Manal Issa. Es el primer largo que veo de los de esta directora turca.
Una gran grúa deposita en medio del patio interior de una comunidad de vecinos, viejo edificio en el centro de Berlín, una construcción prefabricada de paredes negras y de cristal, especie de caseta de obra, pero que contiene la estilizada oficina de la inmobiliaria cuyo dueño es el casero de la gran mayoría de viviendas de la finca, y que tiene alquiladas a diversos inquilinos. Enseguida, las murmuraciones entre ellos brotan y se reavivan los conflictos que mantienen con el propietario. Al poco, su edificio es acordonado por la policía, que no les da apenas explicaciones de lo que está sucediendo, con lo que nadie puede entrar ni salir de ahí, lo que acrecentará los rumores (más o menos infundados) sobre lo que realmente está pasando, a la par que la tensión vecinal va en aumento, así como los prejuicios y la desconfianza, lo que va radicalizando sus posturas y generando mutuas denuncias entre ellos.
Muy buena película (nota: 7), que te mantiene siempre en tensión y con creciente sensación de inquietud, de que algo huele a podrido en Dinamarca (aunque sea Berlín), que se dice en el Hamlet de Shakespeare. Poderosa crítica social, parece que inspirada a partir del confinamiento del pandémico covid-19, que no solo atiza contra la gentrificación y su despiadada especulación inmobiliaria, pues a través del microcosmos vecinal se critica también a todo un país (Alemania) y, por extensión, a la UE y el primer mundo en general. Miserias humanas retratadas, esas que van sacando lo peor de cada cual y van saliendo a flote a medida que el cerco capitalista y de demás poderes fácticos se va apretando. Por sus inicios, y algún que otro detallito más, me recordó al multipremiado y televisivo mediometraje "La cabina" (1972) de Antonio Mercero; y por gran parte de las situaciones planteadas, a "El ángel exterminador" (1962) de Luis Buñuel; con detallitos que también me recordaron a "La ventana indiscreta" ("Rear window", 1954) de Alfred Hitchcock; y a varias otras películas más.
Bueno, pues antes de que se me rompa, se me desmorone este matutino por tratar de alargarlo más de lo debido, abusando de vuestra paciencia, ahí os dejo este par de citas de sabiduría ajena, la segunda una muy atinada reflexión de la directora sobre lo que implica su película:
siendo de vidrio el tejado,
tomar piedras en la mano
para tirar al vecino". (Miguel de Cervantes).
- "Bajo la influencia de una de las mayores plagas de nuestro tiempo, el miedo y las inseguridades resultantes, nuestras sociedades están cada vez más asustadas, y todos desconfiamos de los demás. Tenemos la sensación de que cualquier cosa puede pasar en cualquier momento y en cualquier parte del mundo. Esto conduce a una creciente polarización de las sociedades y a un fortalecimiento del nacionalismo. En la película esta tensión se manifiesta en un patio trasero de Berlín, donde un grupo de personas de diferentes nacionalidades, idiomas y religiones, se ven obligados a pasar un día entero encerrados juntos en el patio interior ya que “el exterior” no es seguro. Me imaginé el patio como un reflejo de un país. Quería hacer una película donde chocaran gobernantes y subordinados, los poderosos y los débiles; donde la desintegración en pequeños grupos de interés condujera al separatismo; y donde la gente usara su posición de poder para su propio beneficio. Al contrario de lo que los gobiernos quieren hacernos creer, el peligro, en esta película al igual que en la vida real, puede que no venga del exterior, sino del interior, de nosotros mismos". (Asli Özge).
Besos y abrazos,
Don.
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