Tras
muchos años junto a ellos apenas me he dado cuenta de cuanto han crecido y del
cariño que nos une, tanto que me dan ganas de comérmelos... no sé si a
mordiscos (y saboreándolos gustosamente), o a besos, de lo buenos que están (o
son). La primera opción es hiperbólica broma, imposible de cumplir, una
metáfora similar a lo que suele decirse a los rollizos bebés. Pues las
primaverales lluvias, con injertos otoñales, de estos últimos días siguen tan
afectuosas que no parecen querer despegarse de nosotros. Seguro que en próximos
días el sol se abrirá paso entre ellas hasta nuestros corazones. De momento,
hoy tendremos 14ºC de máxima prevista con muchas nubes y chubascos tormentosos
repartidos por doquier.
Antes
de ayer por la tarde estuve viendo en Netflix "Okja" (2017),
de Bong Joon-Ho, y con Ahn Seo-Hyun, Tilda Swinton, Paul Dano, Jake Gyllenhaal,
Steven Yeun, Byeon Hie-bong, Lily Collins, Giancarlo Espósito, Shirley
Henderson, y varios otros más. Es la penúltima película de este director
surcoreano que triunfó el pasado año con su multipremiada "Parásitos" ("Gisaengchung", 2019). De sus siete
largos hasta ahora, había visto además otros tres de sus anteriores: "Snowpiercer (Rompenieves)" (2013), "The host" ("Gwoemul", 2006), y "Memories of murder (Crónica de un asesino en serie)" ("Salinui
chueok", 2003).
Una
multinacional agro-alimentaria estadounidense emprende, para lavar su mala
imagen, un campaña de promoción de sus productos a través del acogimiento por
parte de granjeros repartidos por el mundo de unos cuantos ejemplares de un
nuevo tipo de animal transgénico, especie de gigantesco cerdo, híbrido entre
este e hipopótamo, que han creado en sus laboratorios para alimentar al mundo.
Uno de estos animales, Okja, está en una aislada granja surcoreana en la cima
de una montaña al cargo de una preadolescente huérfana que vive junto a su
abuelo. Tras diez años cuidándolo con mimo y esmero la multinacional decide
llevárselo a sus instalaciones en Nueva York, engañando a la niña, que hará
todo lo posible para recuperarlo.
Muy
buena película (nota: 7), muy entretenida, con todas las señas de identidad
de su director, mezclando géneros cual agraciado Frankenstein mutante o
picadillo de hamburguesa con muchos ingredientes entre el pan, tales como
comedia con ramalazos de humor grotesco, drama de maduración personal con
ternura y sensibilidad, y más, como soterradas referencias cinéfilas incluidas.
También sátira esperpéntica que atiza a diestro y siniestro, a las cicateras
corporaciones alimentarias que maltratan a los animales que explotan y al medio
ambiente en general, a las organizaciones animalistas con patosas inclinaciones
terroristas, como ese FLA (Frente de Liberación Animal) de la película, que
tanto me recordó a los similares grupúsculos marginales de la genial y
magistral "La vida de Brian" ("Life of Brian", 1979) de
Terry Jones, con los míticos Monty Python. Empieza como una película casi que
infantil (niña con mascota) para irse ennegreciendo paulatinamente hasta
volverse bastante siniestra y amarga hacia el final, rayo esperanzador
incluido, a pesar de contener una severa crítica a los malestares de nuestra
sociedad del bienestar (presunto muchas veces). Tras los títulos de crédito
final, hay un bonus extra.
Ahora
unas citas de sabiduría ajena, que ya sabéis de mi querencia por ella, tanta
que a algunas las tengo casi como mascotas que siempre me acompañan:
- "El cariño por los animales está tan
estrechamente unido a la bondad del carácter que puede afirmarse con seguridad
que todo aquel cruel para los animales no puede ser un hombre bueno". (Arthur Schopenhauer).
- "Amistad nunca mudable
por
el tiempo o la distancia,
no
sujeta a la inconstancia
del
capricho o del azar,
sino
afecto siempre lleno
de
tiernísimo cariño,
tan
puro como el de un niño,
tan
inmenso como el mar". (José
Zorrilla).
Besos
y abrazos,
Don.
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