viernes, 1 de mayo de 2020

Matutino que me susurra

¡Buenos días!

Dulce murmullo que me hace ronronear de puro placer mientras me dejo acariciar complacido el breve rato que por aquí paso, para seguir mi camino en busca de lo que este me depare, a mi libre albedrío, sin cortapisas, sin cortarnos las alas de nuestros anhelos. Entramos en el mes florido por antonomasia con calorcito susurrante, que se desbordará en tórrido griterío en pocos días, según las previsiones. De momento, para hoy, sol y algunas nubes, y 23ºC de máxima prevista por los madriles.

Ayer por la tarde estuve viendo otro anime del Studio Ghibli, toda una exquisitez fílmica que os recomiendo muy encarecidamente que veáis. Se trató de la deliciosa "Susurros del corazón" ("Mimi wo sumaseba", 1995), de Yoshifumi Kondô. Está basado en el manga homónimo de Aoi Hîragi, con guión de Hayao Miyazaki, y es el primer y único largo de este director japonés, pues murió poco tiempo después de realizarlo, y previamente fue colaborador de animación de la mayoría de las anteriores películas y series televisivas de Hayao Miyazaki e Isao Takahata.

Una joven adolescente amante de los libros, que toma prestados en la biblioteca en la que trabaja su padre, descubre por casualidad que todos los que ha ido leyendo últimamente lo han sido poco antes por otra persona, siempre la misma. Sorprendida por la coincidencia se propone averiguar quién es a partir de lo único que sabe, su nombre registrado en las fichas. Al poco de comenzar sus pesquisas se cruza con un gato peculiar que le llama la atención, al que sigue en sus andanzas callejeras, lo que la lleva hasta una bonita tienda de antigüedades en la cima de una colina de un barrio residencial a las afueras de Tokio. Al final descubrirá que el lector incógnito es un joven, estudiante en su mismo instituto, que es nieto del dueño de la tienda y al que le encantaría ser luthier. Aunque no le caía demasiado bien desde antes, acabará por enamorarse de él.

Sobresaliente película (nota: 9), de delicadísimos romances adolescentes, plenos de armoniosos sentimientos y emociones de gran pureza, y también historia de maduración, trufada de honda sabiduría, una sublime maravilla plena de sutileza, por lo que cuenta y como lo cuenta, por su minuciosa técnica de animación, perfeccionista, que genera imágenes bellísimas. Es una historia sencilla, lejos de los cánones fantásticos del Studio Ghibli, aunque con algún esbozo onírico, pero manteniendo otra de sus señas de identidad, una heroína adolescente luchando por sus sueños, con esfuerzo, donde la magia aparece en los detalles de lo cotidiano (y por qué no, también en el amor). Te hace sentirte plenamente identificado con los protagonistas, especialmente con ella, por lejos que nos quede ya la adolescencia a gente madura como yo, con sus inseguridades, confusos sentimientos, tormentas hormonales, e incipientes deseos de emancipación y de volar a su libre albedrío, que los sensatos protagonistas logran más fácilmente gracias a sus comprensivas familias. ¡No os perdáis esta joyita!

Ahora creo empezar a sentir el rumoroso latido de las citas de sabiduría ajena acercándose sigilosas cual gatito al acecho de nuestra ignorancia:

 - "Que tu sabiduría sea la sabiduría de las canas, pero que tu corazón sea el corazón de la infancia candorosa".  (Friedrich von Schiller).

 - "No hay en el mundo señoría como la libertad del corazón".  (Baltasar Gracián).

 - "Es algo hermoso eso de la autocomplacencia, la carencia de preocupaciones, esos días llevaderos, a ras de tierra, en los que no se atreven a gritar ni el dolor ni el placer, donde todo parece susurrar y andar de puntillas". (Hermann Hesse).

 - "No hay grito más desgarrador que el susurro de una conciencia intranquila".  (Guillermo Osuna).

Besos y abrazos,

Don.
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