martes, 14 de abril de 2020

Matutinos que nada aniquilan

¡Buenos días!

Pues sí, que más bien lo que hacen es justo lo contrario, construir desde cero lo que les es consustancial e inherente, a partir de los retazos que han ido encontrando por ahí, a imagen y semejanza de sí mismos, o de mí mismo, más o menos, que sea adrede o por puro azar algún gazapillo se cuela de cuando en cuando para perturbar su normal funcionamiento en busca de nuevos caminos, cambiando casi imperceptiblemente en su transcurrir. Y siguen sin querer desaparecer las nubes y los chubascos más o menos intermitentes en estos días de primavera revuelta, que se renueva a sí misa a cada instante, brotando por doquier lo nuevo a partir de los restos de lo antiguo, con máximas muy acordes al tiempo que vivimos, acercándose con cuidado a los 20ºC, sin tocarlos todavía, ni por supuesto rebasarlos, no vaya a ser que salgamos ardiendo de calor antes de tiempo. ¡Bien por ellas!

Este pasado fin de semana estuve viendo una película que en su día se me escapó de Netflix, y ahí todavía sigue desde que la estrenaron en marzo de hace dos años, esperando a que la viese antes de autodestruirse o mutar en vaya usted a saber qué. Se trató de "Aniquilación" ("Annihilation", 2018), de Alex Garland, basado en la novela homónima de Jeff Vandermeer, y con Natalie Portman, Óscar Isaac, Jennifer Jason Leigh, Gina Rodríguez, Tessa Thompson, y Tuva Novotny. Es el segundo largo de este director, de quien había visto su anterior, la estupenda y muy recomendable "Ex_machina" (2015).

Tras haber regresado su marido militar, amnésico y moribundo, de una operación secreta en la que estuvo desaparecido durante un año, su esposa, exmilitar y prestigiosa bióloga, se une voluntariamente a una expedición de otras cuatro científicas que van al mismo sitio en el que estuvo su marido y otras anteriores expediciones militares, de donde nadie, salvo su esposo, había regresado antes. Se trata de la Zona X, un misterioso lugar en continuo crecimiento a partir del punto en el que un meteorito, un par de años atrás, tal vez con simientes de vida alienígena en él, cayó sobre un faro de la costa y en el que no cesan de producirse continuas mutaciones de los seres vivos bajo su influencia, algunos bellos y fascinantes, mientras que otros amenazarán la existencia, tanto la física como la mental, de los que allí se metan.

Muy buena película (nota: 7) este thriller psicológico de ciencia ficción, con algún pequeño ramalazo de terror, de elegante belleza formal, como el anterior largo de su director, con imágenes bellísimas y fascinantes. Quizá demasiado críptica o alegórica para mí, o con cierto desparrame mental, y un final abierto a múltiples interpretaciones, desde luego es inquietante y da que pensar, sobre de dónde venimos y adónde vamos, del sentido de nuestra existencia, de las mutaciones como motor de evolución, y no solo en el aspecto biológico, sino también en los demás, como el amoroso, donde algo tiene que reducirse a la nada, al menos en apariencia, que la energía ni se crea ni se destruye, que solo se transforma, para que surja algo nuevo, quien sabe si a mejor o peor, ya se verá, pues todo cambia, todo fluye y eso no es necesariamente malo. También puede verse desde el punto de vista de la autodestrucción de la humanidad, por su mero devenir.

Hacia el final deja entrever retazos del mito del "doppelgänger", como en "La invasión de los ladrones de cuerpos" ("Invasion of the body snatchers", 1956) de Don Siegel; aunque antes me pareció ver destellos de "Solaris" (2002) de Steven Soderberg (o la homónima original soviética de Andrei Tarkovsky de 1972), donde los protagonistas, que orbitan ese planeta, afectados por su metafísica gravedad, observan atónitos la materialización de sus sueños y pesadillas; pero también de "2001: Una odisea del espacio" ("2001: A space odyssey", 1968) de Stanley Kubrick, y no solo por sus partes de imágenes lisérgicas.

Pues antes de extinguirse este matutino, ahí os deja unas simientes de sabiduría ajena, que espero prendan, y nos haga cambiar a mejor:

 - "Afortunadamente, el hombre solo puede asumir un cierto grado de desgracia; más allá de ese grado, la desgracia le aniquila o le deja indiferente".  (Johann W. Goethe).

 - "La vida orgánica ha ido evolucionando gradualmente del protozoo al filósofo; tal evolución, nos aseguran, representa, sin duda alguna, un progreso. Desgraciadamente, quien lo asegura es el filósofo, no el protozoo".  (Bertrand Russell).

 - "El progreso no consiste en aniquilar hoy el ayer, sino, al revés, en conservar aquella esencia del ayer que tuvo la virtud de crear ese hoy mejor".  (José Ortega y Gasset).

 - "El pasado podría aniquilarse. Siempre las penas o el olvido pueden hacerlo. Pero el porvenir es inevitable".  (Óscar Wilde).

Besos y abrazos,

Don.
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