No
me refiero a su falta de ilusión, nada más lejos de la realidad, sino a su
generoso desprendimiento, para con todos, pero muy especialmente para conmigo,
acompañándome a las duras y a las maduras, jamás abandonándome, y viceversa. Y
en estos últimos días de primavera recién estrenada no parece dejarnos ni a sol
ni a sombra este tiempo que remeda el otoño-invernal, con muy tupida y gris
nubosidad, con lluvia, cuando no con nieve a la trasnochada o a la madrugada, y
que no creo yo que cuaje por estos lares madrileños, con máximas levemente
superando los 10ºC y mínimas que se quieren acercar a los cero.
Este
pasado fin de semana estuve viendo una película que echaron en TVE2, un clásico
de nuestro cine, que ganó el premio FIPRESCI del Festival de Cannes de su año,
y que no había visto hasta ahora. Se trató de "Muerte de un ciclista"
(1955), de Juan Antonio Bardem, y con Lucía Bosé y Alberto Closas. De este
prestigiosísimo director de cine tan solo había visto dos más de su
filmografía: "Calle Mayor" (1956), una obra maestra para mí, y
"El puente" (1977).
Una
pareja de amantes, antiguos novios de adolescencia separados por la guerra
civil, enchufado profesor de universidad él, ella actualmente casada con un
rico hombre de negocios, regresa en coche a Madrid tras una furtiva cita
amorosa y atropellan por accidente a un ciclista. Por miedo a que su relación
quede al descubierto lo abandonan moribundo sin socorrerlo. Al poco leen en la
prensa que falleció. Los remordimientos le invaden a él, cuya conciencia le
reconcome, mientras que a ella le atenaza el miedo, se obsesiona con que todos
lo sabrán, su marido la despechará y perderá su estatus.
Una
estupenda película (nota: 8) que me gustó por lo que narra, por lo que
destila, y por su maravillosa fotografía en blanco y negro, de cuidadísimos
encuadres, elegantísimos. Sin embargo me descolocó algo su abrupto montaje, con
escarpado racor entre las diversas escenas, no sé si por falta de medios, si
por descuido formal, o premeditación estilística rompedora. Audaz retrato de la
España de entonces a través de la egoísta peripecia de sus protagonistas, con
demoledora crítica social más o menos soterrada, y con reflexiones éticas que se
dejan caer por aquí y por allá para que las vayamos cazando al vuelo.
Bueno,
pues antes de abandonar este matutino a su suerte, ahí os dejo
desinteresadamente estas citas de sabiduría ajena, perdón, una cita y una
fábula:
- "Cuando se pierde el amor, cuando la
persona que nos amaba cambia de sentimientos, o de intereses, y nos abandona, o
muere, entonces nos damos cuenta de la falta del verdadero amor y sufrimos su
ausencia como un auténtico desgarro".
(Antonio Gómez Rufo).
- "Dos viajeros iban juntos por la
carretera cuando de repente apareció un oso. Uno de ellos corrió hacia un
árbol, trepó a las ramas y se ocultó. El otro no era tan ágil como su compañero
y, como no pudo escaparse, se arrojó al suelo y fingió estar muerto. El oso se
le acercó y lo olfateó, pero el viajero se quedó muy quieto y contuvo el
aliento, pues dicen que un oso no toca un cadáver, y se alejó. Cuando pasó el
peligro, el viajero del árbol bajó y preguntó al otro qué le había susurrado el
oso cuando le acercó la boca a la oreja. El otro respondió: «Me aconsejó que
nunca más viajara con un amigo que te abandona a la primera señal de peligro».
El infortunio pone a prueba la sinceridad de la amistad". (Esopo).
Besos
y abrazos,
Don.
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