De
tan envenenado, y dado que según dicen que los extremos se juntan, creo, y
efectivamente así es, que son de una pureza tan auténtica que por eso me tienen
tan engatusado como para robarme el corazón. Por los demás, estos últimos días
de verano siguen razonablemente benevolentes, con máximas en torno a los 34ºC,
y sin excesiva calorina, pero en pocos días, según las previsiones, parece que
volverán a emponzoñarse, hasta casi asfixiarnos, con su más radical y opresivo
calor, con máximas rondando y casi superando la cuarentena.
Ayer
por la tarde estuve en el cine viendo "El cuento de las comadrejas",
de Juan José Campanella, y con Graciela Borges, Óscar Martínez, Luis Brandoni,
Marcos Mundstock, Clara Lago, y Nicolás Francella. Octavo largo de este
director argentino, de quien había visto cuatro de sus siete anteriores, a
saber, "El secreto de sus ojos" (2009), "Luna de Avellaneda" (2004), "El hijo de la novia" (2001), y "El mismo amor, la misma lluvia" (1999). Es la
recreación de un film argentino de 1976 titulado "Los muchachos de antes
no usaban arsénico", de José A. Martínez Suárez.
Una
vieja gloria del cine vive cual trasnochada diva, rememorando sus pasados
éxitos como actriz, en su viejo caserón aislado, junto a su marido inválido,
actor segundón, y los dos mejores amigos de ambos, director y guionista de la
mayoría de sus películas de antaño. Mantienen una peculiar relación, que
esconde turbios secretos del pasado, espetándose, a la mínima oportunidad,
aceradas mordacidades entre ellos, y a quien se cruce en su camino. Un día
llega por allí, parece que perdida, una joven pareja, que cuando se aperciben
de la gran estrella del pasado que allí habita manifiestan su gran admiración
por ella, y que al poco le plantean, con adulaciones y engaños, comprarle su
propiedad.
Una
estupenda película (nota: 8) esta comedia negra, con mucho humor negro,
cínica, muy metacinematográfica y que juguetea con ciertos clichés
cinematográficos, socarrona, de ácido y retorcido humor, ingeniosísimos y
afilados diálogos, sarcásticos, poliédricos, con múltiples sentidos, que casi
destilan veneno, de vueltas y revueltas argumentales, que nos habla de la vejez
y su arrumbamiento social, de lo fácil (o no) que es engañarlos (a unos sí y a
otros no, como a cualquier hijo de vecino), del enfrentamiento generacional
entre la engreída juventud y la experimentada vejez, de la amistad y el amor
con cierta sorna, y deja caer una crítica contra la especulación inmobiliaria y
el capitalismo salvaje que arrasa con todo sin miramientos.
Ahora
unas citas de sabiduría ajena de entre las que he husmeado y cazado por ahí
cual avispada comadreja:
- "Los cazadores atrapan las liebres con
perros; muchos hombres atrapan a los ignorantes con la adulación". (Plutarco).
- "Quien se complace en ser adulado es
digno de ser engañado por el adulador".
(William Shakespeare).
Besos y abrazos,
Don.
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