martes, 15 de mayo de 2018

Sembrado e instruido gineceo matutino

¡Buenos días!

Desparramo en estos matutinos la simiente que van generando mis neuronas cada vez que ven una película, y que cada vez van aprendiendo más a través de este acto, asexuado e intelectual, pues de hacerme brotar simientes físicas ya se encargan estos días de arrobadora y serena primavera, cada vez más cálida de nuevo, con 24ºC de máxima prevista para hoy por los madriles, con sol y alguna nube que le arropa en su voluptuosa desnudez.

Ayer por la tarde estuve en el cine viendo "La mujer que sabía leer" ("Le semeur"), de Marine Francen, y con Pauline Burlet, Alban Lenoir, y Geraldine Pailhas. Es el primer largo de esta directora francesa, basado en un relato corto de Violette Ailhaud, "El hombre semen" ("L'homme semence").

A finales de 1851, Luis Napoleón Bonaparte, presidente de la II República Francesa, a punto de caducar su mandato y viendo que no puede continuar, da un golpe de estado, y pasa a convertirse en el emperador Napoleón III, momento a partir del cual inicia una cruenta represión contra sus opositores republicanos. Sus tropas entran en un pequeño pueblo de montaña y se llevan a todos los hombres adultos, partidarios republicanos, que son encarcelados y deportados a las colonias. Ante la total ausencia masculina, las mujeres se organizan cooperativamente para que la comunidad no decaiga. Tras muchos meses sin hombres, las más jóvenes se conjuran y acuerdan que el primer hombre que aparezca lo compartirán, para que todas puedan saciar sus ansias afectivas y puramente sexuales, también de ser madres. Un año después, justo antes de la cosecha, aparece un apuesto, enigmático y solitario vagabundo.

Una muy buena película (nota: 7), cuyo título en español, es un despropósito que parece jugar al despiste. Hermosa, sensual, sugerente, poética, pictórica, precioso envoltorio para esta delicada muestra de deseo carnal (y afectivo) femenino, con toques de tensión (también de la sexual) y suspense. Mujeres que manifiestan sus modos de sentir, de ser, sus deseos, sus instintivas pulsiones, liberadas por la prolongada ausencia varonil, masculinidad que las coartaba.

Ahora unas citas de sabiduría ajena, que espero nos instruyan y siembren en nosotros la misma vida que nos sostiene y hace crecer:

 - "Llorar, sí; pero llorar de pie, trabajando; vale más sembrar una cosecha que llorar por lo que se perdió".  (Alejandro Casona).

 - "No nos cansemos de sembrar en nuestro camino simientes de benevolencia y de simpatía. Se perderán muchas, sin duda alguna, pero con que una sola fructifique, perfumará nuestro camino y alegrará nuestros ojos".  (Madame de Swetchine).

Besos y abrazos,

Don.
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