No
sé si yo seré el primigenio habitante de este mundo matutino, que se me pierde la
memoria en la noche de los tiempos, ni tampoco sé de mi eventual dulzura, que
la tendré, supongo, aunque no estoy para darme lametones y comprobarlo, pero
desde luego siento como si fueran mis más auténticos dominios estos matutinos
de néctar y miel, en esta arrebatada y arrebatadora primavera de explosión
floral, este año cuajada de múltiples tormentas (hoy a vueltas otra vez con
ellas) que riegan sin mesura y hacen brotar hasta las mismas piedras de los más
áridos páramos castellanos.
Ayer
por la tarde estuve en el cine viendo "Sweet country",
de Warwick Thornton, y con Hamilton Morris, Bryan Brown, y Sam Neill. Es el
primer largo, de irónico título, que veo de este director australiano.
Años
20 del pasado siglo en el desértico interior de Australia. Un aborigen de
mediana edad trabaja junto con su mujer y sobrina en la finca de un predicador
que los trata con dignidad y respeto. Un día llega por allí un nuevo vecino,
que acaba de comprar el rancho contiguo, solicitando ayuda por unos días para
instalar una valla para los corrales de ganado. El predicador les cede a la
familia aborigen para que le echen una mano. El ranchero es un tipo alcohólico
y muy violento que enseguida se enzarza con el aborigen, quien lo mata en
defensa propia, así que se ve obligado a huir, junto con su esposa, pues está
seguro de que será linchado por haber matado a un hombre blanco. Se inicia su
persecución por parte del sargento de policía de la pequeña localidad cercana
al mando de una partida de voluntarios.
No
me acabó de llegar (nota: 5), ni me dijo gran cosa, este western austral, que bien podría catalogarse
como southern, no precisamente
clásico, aunque con muchos de sus tópicos, y basado en un caso real. Con
espléndida fotografía, tempo lento, y punteado de flash-forwards, como el del mismo arranque, todo un auto-spoiler, y que rompen la linealidad
argumental, es un retrato de la realidad de aquella época, donde los aborígenes
vivían rayanos en la misma esclavitud, aunque esta ya fuera ilegal entonces,
pues trabajaban solo por un plato de comida, constantemente humillados por la
crueldad de los colonos blancos, que los despreciaban. Todo contado de manera
nada maniquea.
Ahora
unas citas de sabiduría ajena, de origen más o menos desconocido, y que espero
endulcen nuestras entendederas como el azúcar, la gasolina del cerebro:
- "La sangre de los pobres es dulce, y a
quien se la bebe, bien le luce".
(Refrán).
- "Confía en el tiempo, que suele dar
dulces salidas a muchas amargas dificultades". (Miguel de Cervantes).
- "La libertad no es posible más que en
aquellos países donde el derecho predomina sobre las pasiones". (Henri Lacordaire).
Besos
y abrazos,
Don.
_____
No hay comentarios:
Publicar un comentario