¡Buenos días!
Aunque son carne de mi
carne, más bien, alma de mi alma, o ideas de mi ideario, porque de mí nacen,
nada más hacerlo tienen su libre albedrío para divagar por sí solos sin que yo
les marque ya su camino, no más allá de la inercia con la que les dejo volar a
su aire tras el primer impulso. Y por este mismo motivo siempre vuelven a mí
casi cada mañana, cosa que seguro no sucedería si tratara de aprisionarlos.
Como así mismo hace esta voluble primavera, que revolotea libremente y tras
unos casi veraniegos días de semana santa (máximas superando con holgura los
25ºC), ahora ha vuelto a refrescar, y en un par de días lo hará bastante más,
con unos cuantos chaparrones de añadidura. Máxima prevista para hoy en los
madriles de 19ºC... y bajando.
Ayer por la tarde estuve en
el cine viendo "Gett: el divorcio de Viviane Amsalem"
("Gett"), -gett significa divorcio en hebreo-, de Ronit Elkabetz y
Shlomi Elkabetz, con guión de ellos mismos, y con Ronit Elkabetz (como Viviane
Amsalem), Simon Abkarian, Menashe Noy, Sasson Gabay, y Eli Gornstein. Es el
primer largo que veo de este par de hermanos israelíes, y que cierra una
trilogía.
Viviane Amsalem lleva más de
un año separada de su marido, tras treinta años de matrimonio y cuatro hijos, y
quiere conseguir el divorcio para no convertirse en una marginada social. En
Israel no existe todavía, en el s.XXI, el matrimonio civil, da igual la
religión de los contrayentes o si son ateos, y según las atávicas leyes
religiosas sólo el marido puede conceder el divorcio a su mujer, ante un
tribunal rabínico que dé fe de ello... pero él si podría divorciarse sin
consentimiento de su mujer (¡qué viva la equidad!). Pero el marido, hombre
terco, intolerante y exacerbadamente religioso, que ni vive ni deja vivir, se
niega a aceptarlo. Así que ella deberá pleitear, con la ayuda de su abogado,
ante el cerril y machista tribunal religioso, en un absurdo proceso que le
llevará más de cinco años, para lograr lo que ella considera un derecho
inalienable, aunque la ley religiosa así no lo considere.
Me encantó (y os recomiendo)
este intensísimo drama judicial (nota: 8) que pone en tela
de juicio, y denuncia sin ambages, la situación de la mujer en Israel, de su
práctico encarcelamiento, consecuencia de su esclavitud marital, durante el
proceso de divorcio que se alarga por surrealistas disquisiciones religiosas
que nadan en el fango producido por mezclar lo terrenal y lo espiritual, lo
civil con lo religioso... al César lo que es del César, y a los hombres (y
mujeres) lo que les corresponde en justicia.
A través de las sucesivas y
casi infinitas vistas del kafkiano proceso se nos van presentando los
argumentos de las partes; y sus miradas, gestos, y palabras masculladas, que
más dicen que los anteriores; mediante los cuales se va perfilando este
terrible drama, aliviado por la retranca y cargas de profundidad de varias
escenas cómicas (tan sólo por su mera sinrazón) que resaltan el aberrante
absurdo de una sociedad como la israelí, en la que las mujeres pueden ir al
ejército, por ejemplo, pero no tienen otros básicos derechos elementales (salvo
consentimiento del marido) comunes en cualquier otra democracia occidental del
s.XXI, si es que con sus peculiares maneras Israel es una verdadera democracia.
El problema está en la obscena infiltración de la religión en la vida social,
exactamente igual que sucede con sus "archienemigos" islamitas (no
son tan distintos en el fondo, de hecho son casi gemelos, y por eso se odian,
al verse reflejados el uno en el otro); lo que también en bastantes países
cristianos pasa (o quiere pasar), en mayor o menor grado.
En cierto modo, este film
podría ser el reverso oscuro de otro, también israelí, que vi hace unos meses,
"Llenar el vacío" ("Lemale et ha'halal",
2012) de Rama Burshtein, en el que se narraban de un modo muy amable las ansias
y dilemas de una joven poco más que adolescente por casarse. Y también tiene
cierta relación con la magistral película iraní, de diez sobre diez, "Nader y Simin: una separación" ("Jodaeiye Nader
az Simin", 2011) de Asghar Farhadi.
Ahora algo de sabiduría
ajena, algo consustancial a estos matutinos, y que seguro nos ayuda a marcar
distancias con las aberraciones de algunos postulados que mentes cerriles
traten de imponernos:
- "Lo malo del amor es que muchos lo
confunden con la gastritis y, cuando se han curado de la indisposición, se
encuentran con que se han casado".
(Groucho Marx).
- "En amor todo ha terminado desde el día
en que uno de los dos amantes piensa que sería posible una ruptura". (Paul Bourget).
- "En los reinos y en los países bien
ordenados habría de ser limitado el tiempo de los matrimonios, y de tres en
tres años se habrían de deshacer o confirmarse de nuevo, como los
arrendamientos, y no que hayan de durar toda la vida". (Miguel de Cervantes).
Besos y abrazos,
Don.
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