¡Buenos días!
Me siento muy bien
resguardado de cualquier inclemencia exterior en estos acogedores matutinos que
tienen a bien recibirme la mar de hospitalariamente cada vez que me presento
ante ellos. Siento su confort y me dejo llevar por su dulce cariño mientras
escribo estas líneas. La máxima prevista para hoy en los madriles es de 18ºC, y
sigue lloviendo, a chaparrones sueltos, de los que, si no son muy copiosos, ni
intento refugiarme, dejándome empapar levemente, para sentir como se evapora al
calor que genera mi cuerpo, señal de que estoy vivo.
Ayer por la tarde estuve en
el cine viendo "La casa del tejado rojo"
("Chiisai ouchi"), de Yoji Yamada, basado en la novela homónima de la
escritora Kyoko Nakajima, y con Haru Kuroki, Takako Matsu, Hidetaka Yoshioka,
Satoshi Tsumabuki, Chieko Baisho, y Takataro Kataoka. Es el quinto largo que
veo de este octogenario y prolífico director japonés, que lleva dirigidos tantos
como años tiene, y de quien había visto anteriormente cuatro de sus más
recientes, todos de este siglo: "Una familia deTokio" ("Tokio kazoku", 2013), y los tres de la
trilogía de samuráis en horas bajas, "Love and honor"
("Bushi no ichibun", 2006), "The hidden blade" ("Kakushi-Ken: Oni no tsume", 2004), y "El ocaso del samurái" ("Tasogare Seibei", 2002).
Tras el funeral de su tía
abuela, su sobrino nieto encuentra las memorias que ésta fue escribiendo ante
su insistencia durante los diez años anteriores y que narran su vida desde que
salió a mediados de los años 30 del pasado siglo, siendo poco más que
adolescente, de su remota aldea al norte de Japón, para irse a trabajar a Tokio
como criada de una familia acomodada, que vivía en la coqueta casa del título,
hasta poco antes de finalizar la II Guerra Mundial.
Este melodrama amoroso y
costumbrista (nota: 5) con ciertas maneras de film clásico
de los de "toda la vida", y también de nostálgica telenovela de
sobremesa (estilo "Amar en tiempos revueltos") pero con algo de la
sutileza característica de buena parte de los films japoneses que he visto, ni
me gustó ni me disgustó, la vi con placidez pero sin emocionarme gran cosa, que
me pareció bastante convencional, sólo salvada por las delicadas maneras de
narrar tan propias de la cinematografía japonesa y que tanto me entusiasman.
Se nos cuenta sin apenas
altibajos no sólo la vida de esta mujer, y su relación con la señora de la casa
(y el hijo pequeño y el esposo de ésta), a la par que ambas se enamoran secreta
y contenidamente de un joven compañero de trabajo del esposo que frecuenta el
hogar; sino también el estilo de vida japonés de esos años (1935-45), visto
nostálgicamente desde la actualidad, alternando momentos de aquellos años con
los de la década 2001-2010 y la relación de la protagonista, ya anciana, con su
sobrino nieto.
Ahora algo de sabiduría
ajena que nos ayude a recogernos y ponernos a resguardo de eventuales
inclemencias vitales:
- "Engrandecerás a tu pueblo, no elevando
los tejados de sus viviendas, sino las almas de sus habitantes". (Epicteto).
- "Advierte que es desatino
siendo de vidrio el tejado,
tomar piedras en la mano
para tirar al
vecino". (Miguel de Cervantes).
- "Narrar lo que sientes te obliga a
organizar tu historia, rebaja la intensidad emocional y alarga la
vida". (Luis Rojas Marcos).
- "Si escribo algo, temo que suceda, si
amo demasiado a alguien temo perderlo; sin embargo no puedo dejar de escribir
ni de amar". (Isabel Allende).
Besos y abrazos,
Don.
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