No
espero otra cosa cada vez que llego a los matutinos que encontrarme la mar de
tranquilo y a cultivarme en la medida de lo posible y así poder escribirlos y
describirlos según me van dejando ellos que lo haga. Hoy el verano parece
haberse domesticado, han bajado las temperaturas, con los 30ºC de máxima
prevista por los madriles. Espero que dure, aunque si no, no desesperaré, que
ya queda menos para el próximo equinoccio.
Ayer
por la tarde estuve en el cine viendo "El peral salvaje"
("Ahlat Agaci"), de Nuri Bilge Ceylan, y con Dogu Demirkol y Murat
Cemcir. Es el octavo largo de este prestigioso director turco, de quien había
visto hasta ahora sus cinco últimos (me faltan los dos primeros), a saber,
"Sueño de invierno" ("Kis uykusu", 2014),
"Érase una vez en Anatolia" ("Bir zamanlar
Anadolu'da", 2011), "Tres monos" ("Üç maymun", 2008), "Los climas" ("Iklimler", 2006), y "Lejano" ("Uzak", 2002).
Un
joven que acaba de terminar sus estudios universitarios de magisterio regresa a
su pueblo natal, a la casa de sus padres. Tiene la intención de presentarse a
las oposiciones de maestro, y también de publicar la novela, quizá ensayo,
quizá ambos a la vez, con el mismo título que la película, que ha escrito
mientras estudiaba, pero no tiene dinero para hacerlo, ni sus padres tampoco,
empeñados en grandes deudas debido a la ludopatía de su padre, también maestro
de escuela, y de la que trata de salir. Inicia un periplo entre diversas gentes
que puedan financiarle y asesorarle, a la par que se va reencontrando con el
resto de familiares y diversas amistades.
Muy
buena película (nota: 7) este drama familiar de relaciones paterno-filiales, de metraje desmedido, a mi
entender, que me hubiera quedado en magistral, como otras anteriores suyas, si
el autor se hubiese esmerado en el corte y confección, es decir, en recortarlo
bastante, pues todas sus inmensas bondades quedan diluidas entre tanta
desmesura métrica. Como siempre, suma profundidad de contenido, cual pozo
inacabado siempre en trance de ir más hondo, y bellísimas imágenes y maneras
estéticas, pero a ratos sueltos y serenamente extendidos y distendidos, con
tres de ellos sublimes para mí. Además, de refilón, me pareció un ejercicio de
metaliteratura cinematográfica, o viceversa, o allende o aquende, pues cine,
literatura y la vida misma, la de sus autores, sean de ficción o reales, están
entrelazadas.
Se
centra en el deambular, por el espacio físico y el intrínseco anímico, del
desubicado y desesperanzado protagonista, al que no parece gustarle su vida, ni
su familia, ni nadie, ni él mismo, cabreado con todo y con todos, y consigo
mismo; ni sabe cómo hacer para salir de esa situación. Todo a través de largos
planos secuencia repletos de diálogos muy filosóficos de profunda sabiduría, e
incluso de agrias discusiones, pero sumamente serenas en general, lanzando su
veneno con dulzura, cual sanador jarabe infantil. Si queréis saber que pinta el
peral salvaje en la historia, aparte de ser el título de su novela, esperad a
casi la última escena, la última charla con su padre, uno de esos exquisitos
momentos del film.
Ahora,
para tratar de domar nuestra desesperanza en la medida de lo posible, ahí os
dejo algo de sabiduría ajena, amén de la mucha que se espeta en el film,
comenzando por dos recomendaciones al director del film por si las leyera
(¡quién sabe!), me hiciera caso, y consiguieran arrebatarme de pleno sus obras:
- "Lo bueno, si breve, dos veces bueno; y
aun lo malo, si poco, no tan malo. Más obran quintasesencias que
fárragos". (Baltasar Gracián).
- "Si tu intención es describir la
verdad, hazlo con sencillez y la elegancia déjasela al sastre". (Albert Einstein).
- "A veces nuestro destino semeja un
árbol frutal en invierno. ¿Quién pensaría que esas ramas reverdecerán y
florecerán? Mas esperamos que así sea, y sabemos que así será". (Goethe).
Besos
y abrazos,
Don.
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