Enrojecido
estoy estos días, no tanto por vergüenza, que apenas tengo, cada vez menos con
la edad, sino por el inclemente sol que, gracias a sus rayos infrarrojos, los
que dan calor, y los ultravioletas, los que te ponen moreno o rojo como un
cangrejo, según sea el tipo de piel de cada cual, me hostiga sin piedad cada
vez que asomo más allá de mi sombreado refugio matutino. Pues eso, otro día de
tórrido verano, con 36ºC de máxima prevista por los madriles. Ya caerá su
dictadura a no mucho tardar.
Ayer
por la tarde estuve en el cine viendo "Rojo", de
Benjamín Naishtat, y con Darío Grandinetti, Andrea Frigerio, Alfredo Castro, y
Diego Cremonesi. Es el primer largo que veo de los de este director argentino.
Corre
el año 1975, pocos meses antes del golpe de estado que instauró la dictadura
militar en Argentina. Un hombre extraño llega a una tranquila ciudad de
provincias. En un restaurante, y sin motivo aparente, monta un altercado
ofendiendo a un reconocido abogado de la ciudad, un hombre sereno, quien acaba
por humillarle verbal y públicamente, con la anuencia del resto de comensales,
quienes le expulsan del local. Cuando el abogado sale del restaurante junto a
su mujer, es abordado de nuevo y agredido por el extraño, huyendo este
perseguido por el picapleitos. Cuando le alcanza, el desconocido saca una
pistola y se dispara a sí mismo en la cabeza. A partir de entonces tomará una
decisión que esconderá y mantendrá en secreto.
Una
buena película (nota: 6) este metafórico thriller político, de muy
buenas maneras formales y con un modo de narrar algo diferente que produce
extrañeza y momentos de suspense bastante incómodo, como el que genera la
espléndida escena tras la no menos estupenda escena inicial, lo mejor de la
película para mí, que parte de una situación bastante absurda, al menos en
apariencia. La violencia latente no se ve, pero casi que se mastica.
Inquietante
alegoría de la amoralidad de la gente corriente, de la presunta buena gente, la
de toda una sociedad (la argentina o cualquier otra), que hace aflorar lo más
infame de su ser, que guarda silencio ante la más absoluta injusticia, cuando
no saca provecho de determinadas debilidades ajenas, sintiéndose impune. En
definitiva, la incubación del bergmaniano huevo de la serpiente.
Ahora
unas citas de sabiduría ajena, espero que buena sombrilla ante posibles rojos
sofocos:
- "Tendremos que arrepentirnos en esta
generación, no tanto de las malas acciones de la gente perversa como del
pasmoso silencio de la gente buena".
(Martin Luther King).
- "¡Basta de silencios! ¡Gritad con cien
mil lenguas! Porque, por haber callado, ¡el mundo está podrido!". (Santa Catalina de Siena).
Besos
y abrazos,
Don.
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