lunes, 16 de marzo de 2015

Mis inherentes matutinos sin tacha

¡Buenos días!

Estos matutinos que me son propios, inseparables de mi propia condición, a los que veo perfectos para mi bienestar, son de lo más vicioso de este mundo, en el sentido de su deliciosa abundancia, que no en su más negativo sentido. El invierno se va acabando, remedando la feraz primavera que esta semana llegará por calendario, aunque estos días con mucho más frescor que la semana pasada, con temperaturas caídas casi diez grados (máxima prevista para hoy en los madriles de 15ºC), pero se sigue estando de vicio.

Este fin de semana estuve en el cine viendo "Puro vicio" ("Inherent vice"), de Paul Thomas Anderson, basado en la novela "Vicio propio" ("Inherent vice") de Thomas Pynchon, y con Joaquin Phoenix, Josh Brolin, Katherine Waterston, Owen Wilson, Reese Witherspoon, Benicio del Toro, Martin Short, Joanna Newsom, Jena Malone, Hong Chau, y Maya Rudolph. Es el séptimo largo de este director, de quien ya había visto sus cuatro anteriores: la magistral "Magnolia" (1999), "Embriagado de amor" ("Punch-drunk love", 2002), "Pozos de ambición" ("There will be blood", 2007), y "The master" (2012).

Año 1970, Los Ángeles. Un detective privado de lo más pintoresco, de maneras hippies, zarrapastroso, siempre fumado y de mente obnubilada por la maría, recibe la visita de su ex, una seductora joven con aires de femme fatale, que le pide localizar a su nuevo amante, un magnate inmobiliario desaparecido cuando quería devolver a la sociedad todo lo que había desfalcado con sus corrupciones constructoras, y al que su mujer quería meter en un psiquiátrico para quedarse su inmensa fortuna. En el transcurso de su investigación también irá recibiendo otras visitas de amigos y conocidos que le piden que investigue y les ayude con otros asuntos. Todo, mientras es acosado por un policía de heterodoxos e ilegales métodos, y la cosa se va enrevesando sin saber muy bien que es real o verdadero.

Una buena película (nota: 6) de perpleja mirada, de muy extrañas situaciones, disparatada y rocambolesca, con un personaje principal en permanente estado de confusión tratando de desvelar unos misterios con ramalazos cómicos, absurdos y surreales, rodeado de personajes la mar de estrambóticos, mucho más que él mismo, como si en un psicodélico viaje alucinatorio se hubiese embarcado. Es cine negro del clásico, pero muy retorcido, cual volutas de la hierba de la risa. Difícil de seguir la confusa e incoherente trama (en la mayor parte de los momentos), pero no me importó mucho, que me reí y quedé enganchado a su magnético devenir; lo mismo que me sucedió con "Mulholland Drive" (2001) de David Lynch. Es como estar con el mono tras el feliz cuelgue del sueño americano (californiano) de los años 60, con el desilusionado malestar de los años 70, viendo como se esfuman los hedónicos éteres de la anterior década. Por pequeños detalles me recordó, además de a la anterior y a otras, a estas dos películas: a "Chinatown" (1974) de Roman Polanski, y a "El gran Lebowski" ("The big Lebowski", 1998) de los hermanos Coen; pero nada que ver con casi ninguna.

Ahora algo de sabiduría ajena, inseparable de estos matutinos, y que seguro nos ayuda a pulir algunos de nuestros defectos:

 - "Reprende vicios ajenos quien está lleno de ellos".  (Refrán).

 - "Quien ya no puede ser vicioso, se pregona por virtuoso".  (Refrán).

 - "No digas que el tiempo pasado fue mejor que el presente; las virtudes son las que hacen los buenos tiempos, y los vicios los que los vuelven malos".  (San Agustín).

 - "Todos los vicios, con tal de que estén de moda, pasan por virtudes".  (Molière).

 - "Nuestras virtudes y nuestros defectos son inseparables, como la fuerza y la materia. Cuando se separan, el hombre no existe".  (Nikola Tesla).

Besos y abrazos,

Don.
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