¡Buenos días!
Estos matutinos que me son
propios, inseparables de mi propia condición, a los que veo perfectos para mi
bienestar, son de lo más vicioso de este mundo, en el sentido de su deliciosa
abundancia, que no en su más negativo sentido. El invierno se va acabando,
remedando la feraz primavera que esta semana llegará por calendario, aunque
estos días con mucho más frescor que la semana pasada, con temperaturas caídas
casi diez grados (máxima prevista para hoy en los madriles de 15ºC), pero se
sigue estando de vicio.
Este fin de semana estuve en
el cine viendo "Puro vicio" ("Inherent
vice"), de Paul Thomas Anderson, basado en la novela "Vicio
propio" ("Inherent vice") de Thomas Pynchon, y con Joaquin
Phoenix, Josh Brolin, Katherine Waterston, Owen Wilson, Reese Witherspoon,
Benicio del Toro, Martin Short, Joanna Newsom, Jena Malone, Hong Chau, y Maya
Rudolph. Es el séptimo largo de este director, de quien ya había visto sus
cuatro anteriores: la magistral "Magnolia" (1999), "Embriagado de amor"
("Punch-drunk love", 2002), "Pozos de ambición" ("There will be blood",
2007), y "The master" (2012).
Año 1970, Los Ángeles. Un
detective privado de lo más pintoresco, de maneras hippies, zarrapastroso,
siempre fumado y de mente obnubilada por la maría, recibe la visita de su ex,
una seductora joven con aires de femme fatale, que le pide localizar a su nuevo
amante, un magnate inmobiliario desaparecido cuando quería devolver a la
sociedad todo lo que había desfalcado con sus corrupciones constructoras, y al
que su mujer quería meter en un psiquiátrico para quedarse su inmensa fortuna.
En el transcurso de su investigación también irá recibiendo otras visitas de
amigos y conocidos que le piden que investigue y les ayude con otros asuntos.
Todo, mientras es acosado por un policía de heterodoxos e ilegales métodos, y
la cosa se va enrevesando sin saber muy bien que es real o verdadero.
Una buena película (nota:
6) de perpleja mirada, de muy extrañas situaciones, disparatada y
rocambolesca, con un personaje principal en permanente estado de confusión
tratando de desvelar unos misterios con ramalazos cómicos, absurdos y surreales,
rodeado de personajes la mar de estrambóticos, mucho más que él mismo, como si
en un psicodélico viaje alucinatorio se hubiese embarcado. Es cine negro del
clásico, pero muy retorcido, cual volutas de la hierba de la risa. Difícil de
seguir la confusa e incoherente trama (en la mayor parte de los momentos), pero
no me importó mucho, que me reí y quedé enganchado a su magnético devenir; lo
mismo que me sucedió con "Mulholland Drive" (2001) de David Lynch. Es como estar
con el mono tras el feliz cuelgue del sueño americano (californiano) de los
años 60, con el desilusionado malestar de los años 70, viendo como se esfuman
los hedónicos éteres de la anterior década. Por pequeños detalles me recordó,
además de a la anterior y a otras, a estas dos películas: a
"Chinatown" (1974) de Roman Polanski, y a "El gran
Lebowski" ("The big Lebowski", 1998) de los hermanos Coen; pero
nada que ver con casi ninguna.
Ahora algo de sabiduría
ajena, inseparable de estos matutinos, y que seguro nos ayuda a pulir algunos
de nuestros defectos:
- "Reprende vicios ajenos quien está
lleno de ellos". (Refrán).
- "Quien ya no puede ser vicioso, se
pregona por virtuoso". (Refrán).
- "No digas que el tiempo pasado fue
mejor que el presente; las virtudes son las que hacen los buenos tiempos, y los
vicios los que los vuelven malos".
(San Agustín).
- "Todos los vicios, con tal de que estén
de moda, pasan por virtudes".
(Molière).
- "Nuestras virtudes y nuestros defectos
son inseparables, como la fuerza y la materia. Cuando se separan, el hombre no
existe". (Nikola Tesla).
Besos y abrazos,
Don.
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