¡Buenos días!
Aunque no sé cuántos son,
pues no los he contado, estoy seguro que todos andan por ahí, en uno u otro
lugar, y no me los pierdo. Como tampoco dejo pasar sin disfrutarlo cada uno de
estos días de deliciosa primavera, en los que sólo me falta gorjear mi tremenda
ilusión vital.
Ayer por la tarde estuve en
el cine viendo "La imagen perdida"
("L'image manquante"), de Rithy Panh. Es el primer film que veo de
este director.
En este peculiar documental,
a través de unas inanimadas figuritas de barro, sin aliento divino, como
especie de sucesivas estampas de un belén, intercaladas con algunas pocas
imágenes reales de archivo rescatadas del cataclismo social camboyano, se nos
narra la vida de su director, que vivía en la capital, Phnom Penh, con 11 años
cuando en 1975 los Jemeres Rojos tomaron el poder. Su familia, como todas las
de las ciudades, fue deportada a campos de trabajo forzado para ser reeducados
y donde, además de la continua hambruna, las torturas y ejecuciones eran
constantes y arbitrarias. Salvo él, todo el resto de su familia falleció.
Durante este aberrante y delirante régimen, que duró cuatro años, a causa del
sistemático genocidio, fue aniquilada la cuarta parte de la población
camboyana.
Un buen y original
documental, con cierto aire poético, sobre las atrocidades vividas por el
narrador y director con el fin de recomponer la memoria histórica de ese país
con los escasos retales fílmicos que sobrevivieron a la destrucción Jemer.
Gracias al método de narración utilizado, impuesto por la gran falta de
material de archivo, la horripilante historia contada se hace más llevadera. Además,
tiene cierto enfoque comprensivo de su director, como si tuviera síndrome de
Estocolmo, quizá en parte consecuencia de su educación budista de resignada
aceptación de lo que acaece, es decir, cualquier persona puede ser así de atroz
con sus semejantes en cualquier momento si se dan las adecuadas circunstancias
y se encuentra en el lado equivocado (disculpa al rebaño ejecutor, que no a los
ideólogos). Cuenta similares hechos a los narrados por la afamada película de
ficción "Los gritos del silencio" ("The killing fields",
1984) de Roland Joffé.
Ahora algo de sabiduría
ajena, que no falte en ningún matutino, para tratar de no llegar, si es que se
puede, a tales aberraciones como las narradas en el film glosado hoy:
- "Cuando odiamos a alguien, odiamos en
su imagen algo que está dentro de nosotros". (Hermann Hesse).
- "La tiranía totalitaria no se edifica
sobre las virtudes de los totalitarios sino sobre las faltas de los
demócratas". (Albert Camus).
- "Nunca faltan rogadores para putos y
malhechores". (refrán).
Es decir, nunca faltarán
apologistas de la atrocidad. Oídos sordos.
Besos y abrazos,
Don.
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