sábado, 12 de abril de 2014

No é un matutino antediluviano

¡Buenos días!

No, es de hoy mismo, actual, acorde a las corrientes, o ventoleras, que fluyen o soplan por mi cerebro, y que luego riegan con una lluvia de letras estos matutinos. Y no tiene pinta de llover hoy, en esta más fresca mañana (unos 22ºC de máxima prevista) con respecto a recientes días, con su sol y sus nubes; pero nunca se sabe con la voluble primavera, que tan pronto se nos presenta dulce y armoniosa como saca una pequeña rabieta y nos jarrea con uno de sus chaparrones, tratando infructuosamente de enfriar nuestro natural solaz y albedrío.

Estuve en el cine viendo "Noé" ("Noah"), de Darren Aronofsky, y con Russell Crowe, Jennifer Connelly, Emma Watson, y Anthony Hopkins. Es el sexto largo de este director, de quien me faltan por ver sus dos primeros, y he visto sus tres últimos: "Cisne negro" (Black swan", 2010), "El luchador" ("The wrestler", 2008), y "La fuente de la vida" ("The fountain", 2006).

A partir del archiconocido breve episodio bíblico se nos cuenta como Noé, un hombre justo y pacífico que vive con su familia, recibe el encargo divino de construir un arca donde salvar a todas las especies animales y vegetales que quepan y a su propia familia, pues el airado Dios va a asolar la tierra con un diluvio, harto y decepcionado de los continuos pecados de su más preciada creación, los humanos. Toda una purga para comenzar de nuevo con los elegidos supervivientes (muy ecológico y darwiniano, paradójicamente, este Dios de las religiones monoteístas hoy dominantes).

Una mala película, que no me gustó, una de esas de catástrofes apocalípticas, aunque con ínfulas místicas, un absurdo desparrame mental sobre ese otro desvarío, uno de los paradigmas de la irracionalidad, aunque destile unas cuantas buenas moralejas, muy útiles algunas, otras alienantes, que es ese libro al que tanta gente cree sin hacerse preguntas (una absoluta irracionalidad, ya digo), e interpreta según su conveniencia e interés, siendo nada más lo que es, una simple colección de cuentos o parábolas, muy macabros algunos, para escuchar al hogar de la lumbre, que produce fanáticos de seso tan sorbido como el del mismo Quijote, y que fue el génesis de toda religión monoteísta (se hizo una montaña de un grano de arena).

Historia de un hombre bueno y justo (y malo e injusto), como todos, que sólo en su cabeza oyó la misión de salvar infinitesimal parte del mundo del primer apocalipsis documentado, y que como los hechos posteriores demostraron, le ocurrió lo mismo que a Don Quijote en su primera aventura, antes de la de los molinos de viento, cuando "rescató" al mozo Andrés ... os recomiendo su lectura (y del cervantino libro entero, éste sí), apta para desincentivar a futuros iluminados, a poco que quieran entenderlo. Esto de los apocalípticos castigos divinos no es sino la mistificación de lo que la naturaleza ya hace a través de los eones, desde antes de recibir nosotros la chispa de la vida como especie, destruir para volver a crear, sin propósito alguno, porque las cosas son así, que no hay redención tras las catástrofes, que la naturaleza, incluida la humana, es como es, que el bien y el mal, como dios o el demonio, sólo están en nuestra cabeza, casi como la realidad misma.

Pues tras esta obnubilación matutina, que dejo ya antes de que descargue en mayores diluvios verborréicos, os dejo con una trinidad de gotas chispeantes de sabiduría ajena:

 - "Lo único que impide a Dios mandar un segundo diluvio, es que el primero fue inútil".  (Chamfort).

 - "Entre los que son igualmente malos no hay paz si no es la impuesta por el miedo de alguno que es peor".  (Concepción Arenal).

 - "Para las personas creyentes Dios está al principio. Para los científicos está al final de todas sus reflexiones".  (Max Planck).

Besos y abrazos,

Don.
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