¡Buenos días!
Aunque el calor vuelve a subir en el día de hoy, con los 34ºC de máxima prevista por los madriles, este todavía no se ajusta tan pegajosamente a nuestra epidermis como para hacernos sudar desaforadamente, al menos tanto como sucedió hace ya varios días, así que mis improperios hacia el verano tórrido no se volverán a desatar, aun, pero ya están rayanos en hacerlo. Parece que las previsiones son que todavía no volvamos a ceñirnos demasiado a la cuarentena térmica. Y bueno, ya estoy en el proceso de ir pulimentando las diversas facetas de mis desvaríos mañaneros para que me queden lo más ajustadas posible en este matutino y poder mostrar, sin enseñar más de la cuenta, aunque todo depende de la mirada de cada cual, mis propios y auténticos perfiles. No critiquéis demasiado, al menos hacerlo sin ira.
Ayer por la tarde estuve en el cine viendo "Diamante en bruto" ("Diamant brut", 2024), de Agathe Riedinger, y con Malou Khebizi, Idir Azougli, y Andréa Bescond. Es la primera película de esta directora francesa.
Una decidida joven de 19 años, que vive con su hermana pequeña y su madre soltera y desempleada en un barrio suburbial de Fréjus, una pequeña ciudad al sur de Francia, en la Costa Azul, está obsesionada con la belleza y ser alguien, lo que intenta como incipiente influencer. De vez en cuando roba artículos de lujo para revenderlos y poder comprarse ropa cara y demás afeites y ahorrar para poder hacerse alguna que otra operación de cirugía estética. El destino parece sonreírle cuando es aceptada en el casting de un popular reality, "La isla de los milagros", acrecentándose su deseo de escapar del miserable mundo que la rodea, a la par que sueña con convertirse en una celebridad amada y admirada por el resto. Pero la impaciencia la consume y sus ataques de ira ante cualquier frustración van a más.
Muy buena película (nota: 7), de realismo social un tanto sucio sobre la telerrealidad, casi siempre, por no decir siempre, basura televisiva donde se explotan ciertas miserias, de forma casi que pornográfica, donde se hipersexualiza a sus participantes (cosificación del cuerpo femenino en su mayoría), fascinados por el éxito y el dinero rápido, aunque no nos hable directamente de esa clase de infame televisión, sino que a través de su protagonista, que quiere escapar de su realidad, ser reconocida y amada y espera el milagro del éxito fácil que explotan las redes sociales, nos habla de esa cultura de la apariencia y el oropel, donde la realidad es distorsionada cual juego de espejos deformantes. Con una mirada con su puntito, o puntazo, de amargura, podría verse como una crítica a nuestra sociedad de hoy en día y su obsesión por la fama y las apariencias, sin demonizar a sus participantes, más bien a los promotores de estos engendros, según mi parecer... con gran tirón mediático, vaya usted a saber el porqué.
Bueno, ahora, en la sección de sabiduría ajena una única cita, una reflexión de la directora de la cinta hoy glosada sobre estos asuntos:
- "[...] La telerrealidad ha evolucionado mucho desde sus inicios y hoy hay una mayor consciencia en relación con dónde se meten [las concursantes]. Y también respecto a cómo utilizan su imagen y su cuerpo. Depende de la concursante, claro, pero normalmente siento por ellas más admiración que otra cosa. Porque todos sabemos que los programas están muy guionizados y trucados. Cuando hay una chica que se ve obligada a formar pareja con otro concursante, sé que no forma parte de su propia voluntad y me pregunto cómo saldrá de esa situación. [...] En general tengo una mirada hacia las concursantes que es muy tierna y llena de admiración, en contraste con la visión mucho más crítica que tengo sobre la fabricación de estos programas y el sistema de la televisión. De hecho, mi mirada sobre una cosa y la otra son diametralmente opuestas". (Agathe Riedinger).
Besos y abrazos,
Don.
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