sábado, 4 de junio de 2022

Matutino que mete la gamba, se retrasa... y es vespertino

¡Buenos días!

Aunque no sé si mucho o poco, que tropiezos, grandes y pequeños, todos hemos tenido alguna que otra vez a lo largo de nuestra existencia, sea por propia inconsciencia o por las zancadillas que otros o las circunstancias nos ponen; y estoy convencido que esto no me traerá en jaque ni hará que me enroque en mi obstinación, que a poco que analice la jugada saldré con algo aprendido de tales lances de cara al futuro, quizá que hay que perder algo (¿un peón?) para ganar más en otro terreno. Pues a poco más de dos semanas de la apertura del verano de calendario (el meteorológico comenzó este pasado día 1), estratégicamente posicionado en el momento del solsticio, el día ha sido soleado, con máxima por los madriles coqueteando con la treintena, y subiendo el termómetro para próximas jornadas, aunque lejos todavía de ser gran maestro en veraniega calorina.

Este fin de semana estuve viendo una serie de televisión, en Netflix. Se trató de "Gambito de dama" ("The queen's gambit", 2020), basada en la novela homónima de Walter Tevis (1983), creada por Scott Frank y Allan Scott, dirigida por Scott Frank, e interpretada por Anya Taylor-Joy, Isla Johnston, Bill Camp, Marielle Heller, Thomas Brodie-Sangster, Moses Ingram, Harry Melling, Marcin Dorocinski, y Jacob Fortune-Lloyd, entre varios otros más. Consta de una temporada de 7 capítulos de en torno a una hora de duración cada uno, que vi en dos arreones.

Años 50. Tras un trágico accidente en el que fallece su madre, una niña de nueve años es ingresada en un orfanato. Allí aprende a jugar al ajedrez con el bedel del centro, amén de volverse adicta a los tranquilizantes pues era norma entonces dárselos a los niños huérfanos para que no crearan problemas. Años después, ya adolescente, es adoptada por un matrimonio sin hijos, y se inscribe en un torneo regional de ajedrez, que gana para sorpresa de todos, pues tiene nulo ranking. En su camino al estrellato mundial del ajedrez, dominado por hombres, cada vez más enganchada al alcohol y demás estupefacientes, irá perdiendo el control de su vida.

Muy, muy buena serie (nota: 7), aunque salvo momentos sueltos no me llegó a arrebatar, ni peones reales ni en el sentido de apasionarme, como lo estaba la protagonista por los escaques, ante los que quedaba absorta y ajena al resto del mundo. Con una ambientación cuidadísima estéticamente, con ese colorido tan típico de los años 50 y 60, tirando a pastel en los 50 y chillón, casi que kitsch, en los 60, se nos muestra muy atinadamente y con buen empaque el submundo del ajedrez, y se relata el proceso de maduración, el despertar a la vida, con sus tropiezos, de una traumatizada niña, adolescente y mujer, genio del ajedrez... genio y locura, normalmente muy de la mano, además de la soledad que ello conlleva (por la falta, mayor o menor, de empatía social), y que trata de mitigar con el ajedrez y las drogas, con los que se obsesiona, lo que le impide vivir la vida adecuadamente, y disfrutarla auténticamente, jugueteando con ella como con el ajedrez.

Ahora unas citas de sabiduría ajena, que tal vez nos ayuden a escaquearnos de eventuales tropiezos:

 - "En la vida, como en el ajedrez, las piezas mayores pueden volverse sobre sus pasos, pero los peones solo tienen un sentido de avance".  (Juan Benet).

 - "La fantasía nunca arrastra a la locura; lo que arrastra a la locura es precisamente la razón. Los poetas no se vuelven locos, pero sí los jugadores de ajedrez".  (Gilbert Keith Chesterton)

 - "Aquellos que se toman el juego como un simple juego, y el trabajo con excesiva severidad, no han comprendido mucho ni del uno ni del otro".  (Heinrich Heine).

 - "El juego es un extracto de la tensión de la vida, un resumen del destino, y por lo mismo, el asilo de todos los hombres que viven del momento, la eterna distracción de los ociosos. Un verdadero jugador no juega para ganar, pues eso sería muy aburrido, sino que juega únicamente por jugar".  (Stefan Zweig).

 - "Vivir es un juego difícil, pero siempre merece la pena".  (Manuel Martín Cuenca).

Besos y abrazos,

Don.

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