¡Qué
les importa a los demás cuan felices o no sean estos matutinos, y el modo en
como quieran serlo! Bueno, si es para bien y dejando hacer, pues vale, que cada
cual viva su vida y haga de su capa un sayo, pero si es para criticar, ya
sabéis ese dicho bíblico de "quien esté libre de pecado que tire la
primera piedra", que también es ratificado por estos versos:
- "Advierte que es desatino
siendo
de vidrio el tejado,
tomar
piedras en la mano
para
tirar al vecino". (Miguel de
Cervantes).
Bueno,
pues tras este anticipo de la sabiduría ajena, hoy tendremos otra feliz jornada
de magnánima primavera que nos regala otro soleado, plácido y tibio día con
25ºC de máxima prevista por los madriles. Es importante que lo aprovechemos lo
más hedónicamente que podamos.
Ayer
por la tarde estuve en el cine viendo "La importancia de llamarse
Óscar Wilde" ("The happy prince"), de Rupert
Everett, y con él mismo, Colin Firth, Colin Morgan, Edwin Thomas, Emily Watson,
y Tom Wilkinson. Es el debut en el largo de este director, también actor, de
quien he visto algunas otras de sus películas como intérprete.
Óscar
Wilde (1854-1900) lleva unos años en la cúspide del éxito artístico y social
cuando en 1895 el aristócrata padre de su joven amante difunde la noticia de
que es homosexual y Wilde le demanda por difamación, pero acaba condenado por
homosexual a la pena de dos años de cárcel y trabajos forzados. Cuando sale,
dado que todos los que antaño le vitoreaban ahora le ningunean, salvo unos pocos
amigos de verdad, se autoexilia en diversos países de Europa, dudando de si
regresar con su esposa e hijos o con su joven amante, todo un tarambana con el
que vuelve a tener una relación, y acaba por hacerle dilapidar el poco dinero
que ya le queda, pues nadie quiere ya comprar sus obras. Acabará sus días en
París, poco más que solo, humillado, casi mendigando y enfermo.
Una
buena película (nota: 6), con estupenda ambientación de época, este
relato oscuro y amargo, poco complaciente, con deje poéticamente decadente y
algo sórdido, sobre los tres últimos años de la vida de Óscar Wilde, ya en el
ostracismo y casi en la miseria, con unas muy pocas y breves ráfagas de momentos
de su pasado, plenas de éxito, cuando deslumbraba con su afilado ingenio, a
modo de contraste con el resto para que así reluzca más la hipocresía social
reinante (contra las reinonas).
Ahora,
amén de los anteriores cervantinos versos, unas pocas citas más de sabiduría
ajena, que espero sepáis darle la importancia que merece:
- "Es delicioso dar con alguien que
acepte las pequeñas ironías como expresiones de la mayor seriedad". (Aldous Huxley).
- "No hay censura que no sea útil. Cuando
no me hace conocer mis defectos, me enseña los de mis censores". (Ch. Friedrich Hebbel).
- "Si nosotros somos tan dados a juzgar a
los demás, es debido a que temblamos por nosotros mismos". (Óscar Wilde).
Besos
y abrazos,
Don.
_____
No hay comentarios:
Publicar un comentario