No
sé si aquí mando yo, pero al menos me lo creo, y perfectamente engalanado, pero
sin un solo galón, siento mis reales por estos matutinos la mañana que me place,
haciendo de mi capa un sayo con su consentimiento. Pero aquí solo puede rezumar
bondad, así que todos contentos. Estamos ya de otoño, tanto el meteorológico
(desde el 1 de septiembre) como el astronómico (desde ayer), pero no se nota
que mande mucho sobre la realidad, que hace calor de verano, y este parece
sublevado, haciendo lo que le da la real gana, con 31ºC de máxima prevista para
hoy por los madriles.
Este
fin de semana estuve en el cine viendo una portentosa y dura película que no os
deberíais perder. Os la recomiendo encarecidamente. Se trató de "El
capitán" ("Der hauptmann"), de Robert Schwentke, y
con Max Hubacher, Frederick Lau, Milan Peschel, y Alexander Fehling. Es el
primer largo que veo de los de este director alemán.
En
los últimos días de la II Guerra Mundial un joven soldado raso alemán huido de
su pelotón, apenas un veinteañero, desesperado, andrajoso y hambriento, se
escabulle de la policía militar que le persigue por desertor. Casualmente
encuentra abandonado el impecable uniforme de un capitán muy condecorado, se lo
pone, se hace pasar por oficial, se comporta como tal, ve que le tratan con
respeto y temor, y va reclutando a otros desertores que se va encontrando,
diciendo que está en una misión secreta encomendada por el mismísimo Hitler,
formando un pelotón con el que va saqueando y matando arbitraria e impunemente
a su paso, acabando por creerse su propio engaño.
Sobresaliente
película (nota: 9), imprescindible, por lo que cuenta,
magníficamente narrada y de un modo muy inteligente y acerado; de pictórica y
hermosa fotografía en blanco y negro, cuyo maravilloso cartel es un excelente
botón de muestra, y muy ilustrativo de lo que en realidad nos habla, pues más
que un film sobre los horrores de la guerra y del nazismo, que también lo es,
pero con un punto de vista muy diferente al habitual, lo es en realidad sobre
la más negra condición humana, la de cualquiera de nosotros, en todo tiempo y
lugar, a poco que se den las adecuadas circunstancias, cual perverso efecto
mariposa que nos va transformando de anodinos seres en despiadados ogros sin la
más leve conciencia del mal que cometen. Una especie de fábula moral. Fabulosa.
La
historia, muy dura pero sin truculencias, con las escenas más violentas en
fuera de campo, y cual vorágine que va a más, alimentada por el descaro de unos
y la medrosa inacción de la mayoría, en una continua huida hacia adelante,
rayana en el delirante absurdo, si no fuera tan real (el protagonista y sus
hechos sucedieron de verdad), va entrando conforme avanza en el territorio del
delirio y lo grotesco, de lo mesiánico, lo bárbaro, de la locura, la amoralidad
y la maldad pura y dura. Me trajo reminiscencias del concepto de la banalidad
del mal de Hannah Arendt, cuyo biopic,
dirigido en 2012 por Margarethe von Trotta, vi hace pocos años. Podéis ver una
cita de ella en la sección de sabiduría ajena...
...
En la que ya estamos, que comienza con ella, y con la que espero que nos
ordene, no órdenes, sino nuestras entendederas para mejor resistir las
tentaciones de aborregarnos... con alma de lobo en sus adentros:
- "El mal no es nunca radical, sólo es
extremo, y carece de toda profundidad y de cualquier dimensión demoníaca. Puede
crecer desmesuradamente y reducir todo el mundo a escombros precisamente porque
se extiende como un hongo por la superficie. Es un desafío al pensamiento, como
dije, porque el pensamiento trata de alcanzar una cierta profundidad, ir a las
raíces y, en el momento mismo en que se ocupa del mal, se siente decepcionado
porque no encuentra nada. Eso es la banalidad. Sólo el bien tiene profundidad y
puede ser radical". (Hannah
Arendt).
- "La multitud, como el mar, es por sí
misma inmóvil, es tranquila o procelosa, según sean los vientos o las auras que
las conmuevan". (Tito Livio).
- "En cuanto alguien comprende que
obedecer leyes injustas es contrario a su dignidad de hombre, ninguna tiranía
puede dominarle". (Mahatma Gandhi).
- "Primero vinieron a buscar a los
comunistas y no dije nada porque yo no era comunista. Enseguida vinieron por
los judíos, y no dije nada porque yo no era judío. Después vinieron por los
sindicalistas, y no dije nada porque yo no era sindicalista. Luego vinieron por
los católicos, y no dije nada porque yo era protestante. Luego vinieron por mí,
pero ya era tarde, pues no quedaba nadie que dijera nada". (Martin Niemöller).
Besos
y abrazos,
Don.
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