Con
su natural osadía estos matutinos vuelven a acogerme con amor, mimándome sin
remilgos, en esta mañana de verano terminal, solo de calendario, que sigue
haciendo bastante calor, con sol a raudales y 31ºC de máxima prevista. No se
cortan un pelo en decirme cuanto me estiman, y viceversa, para que no haya
lugar a dudas en nuestra relación, muy amistosa, pero sobre todo muy amorosa,
de mutua entrega.
Antes
de ayer por la tarde estuve en el cine viendo "Los amores cobardes",
de Carmen Blanco, y con Blanca Parés e Ignacio Montes. Es el primer largo de
esta directora y guionista.
Tras
seis años fuera por estudios y trabajo, una joven regresa a su ciudad natal
para pasar las vacaciones. En lugar de alojarse en casa de su madre, alquila un
piso en el centro de la ciudad. Apesadumbrada, ensimismada, y sin muchas ganas
de reencontrarse con nadie, lo hace con su mejor amiga y el resto de la
pandilla de la adolescencia, quienes tratan de animarla presentándole chicos. A
quien no pensaba ver era a su mejor amigo de entonces, quien la decepcionó
profundamente al romper todo contacto con ella inesperadamente. Pero el quiere
recuperar el contacto. Le pide disculpas y, con las reticencias de ella,
empieza a visitarla con frecuencia.
Una
muy buena película (nota: 7), con sus más y sus menos, este melodrama
romántico juvenil, profundamente melancólico, y bucólico, que a pesar de sus
titubeantes inicios y algunos flecos argumentales y técnicos que no me la
hicieron redonda, quizá debido a la bisoñez o la falta de medios, no sé, no
llegó a producirme ningún cólico, me fue atrapando cada vez más hasta casi
encandilarme del todo por sus maneras de pausado ritmo... y porque consiguió
que me metiera en el alma de sus dos protagonistas.
Preciosa
historia me pareció la que me contó, cuyo título dice mucho de las
tribulaciones de sus dos personajes. De hecho fue este, muy evocador, el que me
hizo ir a ver esta película. ¡Y acerté! Nos habla de un muy dulce modo,
tiernamente, de deseos amorosos ahogados en las medrosas inseguridades, de
amores latentes no manifestados, del tiempo pasado que ya no vuelve y que si se
intenta que lo haga podría ser que abriera viejas heridas, de atreverse a dar
el paso, el gran salto, de la muy sutil línea que separa la amistad del amor,
si es que tal hay.
Ahora
un par de citas de sabiduría ajena, que no sé si acabarán emparejadas o la
timidez las hará volar de nuestras entendederas, pero creo que no deberíais
dejarlas escapar si es que queréis aprender a aprehender sin miedo lo que
deseáis:
- "El amor es una deliciosa flor; pero es
preciso tener el valor de ir a cogerla al borde mismo de un horrible
precipicio". (Stendhal).
- "Es la primera regla,
dijo
Cupido,
que
sean los amantes
algo
atrevidos,
pues
si son cortos
luego
dicen las bellas:
«!Jesús,
qué tontos!»". (Copla popular).
Besos
y abrazos,
Don.
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