lunes, 30 de septiembre de 2013

La espuma de los matutinos

¡Buenos días!

Estos matutinos que no paran de chisporrotear burbujeantes ideas que surgen por doquiera de mis efervescentes sinapsis neuronales tratan de serenarme con el amoroso cariño que despliegan sobre mí mis hadas y ninfas, mutuo sentimiento, son esa realidad que brota en parte de mis fantasías imaginadas, lo fundamental por encima (o subyaciendo por debajo) de cualquier otra espumosa consideración. Como así le sucede a este real otoño, que anduve imaginando en sus inicios astronómicos de hace pocos días, cuando más parecía tórrido verano que otra cosa. Para hoy, temperaturas máximas rondando los 20ºC, cielos en blanco y negro, y toda su gama de grises, que lloran porque todavía no pueden embriagarse del colorido otoñal ... paciencia, que cuando disipe la espumosa turbiedad, poco a poco, quedará lo esencial de esta estación, su apogeo de colores que le son propios, grisuras incluidas.

Este pasado fin de semana estuve en el cine viendo la película "La espuma de los días" ("L'écume des jours"), de Michel Gondry, basada en una afamada novela homónima de Boris Vian, y con Romain Duris, Audrey Tautou, Gad Elmaleh, y Omar Sy. De este fascinante director he visto la mayoría de sus largos, en concreto, "The Green Hornet (El Avispón Verde)" ("The Green Hornet", 2011), "Rebobine, por favor" ("Be kind, rewind", 2008), "La ciencia del sueño" ("La science des rêves", 2006), "¡Olvídate de mí!" ("Eternal sunshine of the spotless mind", 2004), y "Human nature" (2001).

Un joven idealista e imaginativo se enamora perdidamente de la chica de sus sueños, viva encarnación de la letra de su canción favorita de Duke Ellington. Se casan, pero durante su idílico matrimonio ella enferma debido a que le crece un nenúfar en uno de sus pulmones. Para pagar las costosas facturas para que sane, y dado que su fortuna está por ello ya bastante menguada, se verá obligado a trabajar en las más absurdas tareas, mientras su mundo se va desmoronando y desintegrando.

Esta historia de amor, de amor de loca pasión (en la trama principal), de amor imposible y de amor carnal (en sus subtramas), y también de enfermedad y muerte en un extraño mundo, surrealista y poética, no me enganchó lo más mínimo, dado que su desmedido y caótico abigarramiento de imaginados objetos imposibles, sin apenas coherencia con la historia, eran una especie de somnífera espuma que me distraía de lo principal. Tiene momentos sueltos de emoción, y también de hallazgos visuales propios de su director, pero su barroquismo me saturó y le faltó conjunción. Es más, no me pareció bien que el espumoso envoltorio (lo fantasioso y absurdo), pesara más en el film que la historia que se nos trata de contar.

Sin embargo, esto no me pasó con otros films dirigidos por Gondry, todos excelentes, y uno incluso magistral para mí, "¡Olvídate de mí!". Seguramente la novela esté mejor y el problema fue un error de traslación de ese mundo absurdo a imágenes. De hecho, sólo había leído en mi primera juventud, en torno a mis 19 años, un cuento de Boris Vian que me fascinó, "El lobo-hombre" ("Le loup-garou"), clara inspiración de la más famosa canción del grupo musical "La Unión".

Ahora algo de sabiduría ajena, que a modo de suave brisa limpie de espuma nuestras vidas y nos deje ver lo esencial, comenzando por una de Boris Vian con la que se prologa el film y que imagino hará lo propio en la novela original:

- "Todo lo que sigue procede del hecho de que la historia es enteramente verdadera, ya que me la he inventado yo de cabo a rabo".  (Boris Vian).

- "Yo no busco la felicidad de todos los hombres, sino la de cada uno de ellos".  (Boris Vian).

- "Todo se soporta en la vida, con la excepción de muchos días de continua felicidad".  (Goethe).

- "Si nada nos salva de la muerte, al menos que el amor nos salve de la vida".  (Pablo Neruda).

- "El hombre es como la espuma del mar, que flota sobre la superficie del agua y cuando sopla viento se desvanece como si no hubiera existido. Así arrebata la muerte nuestras vidas".  (Khalil Gibran).

Besos y abrazos,

Don.
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