¡Buenos días!
Estos matutinos que no cesan
de surgir casi cada mañana y que me hacen, y dan mucho que pensar son parte
consustancial de mí mismo en mi cotidiano devenir vital. Como estas nubes
mañaneras que hoy no cesan de fluir al albur del leve viento que sopla y que
parece llevarnos en volandas, casi sin darnos cuenta, hacia el cada vez más
cercano equinoccio, punto final de este invierno cada vez más dulce.
Ayer por la tarde no estuve
en el cine, que se me acabó la cartelera por esta semana, así que alimenté mis
entendederas cinematográficas con una película enlatada, de infinita fecha de
caducidad, una que quería ver hace bastantes años y que todavía no lo había
hecho. Se trató de un film del año 1968, "El nadador"
("The swimmer"), de Frank Perry, y con Burt Lancaster, Janet
Landgard, y Janice Rule. Bueno, también está dirigida por Sidney Pollack, pues
el anterior abandonó antes de acabar por desavenencias con los productores.
Un apuesto hombre maduro que
vive en una zona residencial de lujosas mansiones de alto standing e inmensas
parcelas, aparece en bañador por la piscina de unos amigos a los que hace
bastante tiempo que no ve. Allí se da cuenta de que todo el condado está
cuajado de piscinas de amigos y convecinos, unas al lado de otras, y ante la
perplejidad de estos decide regresar a su casa, en el otro extremo del valle,
junto a su mujer y dos hijas, de piscina en piscina, dándose un chapuzón en
todas. Por el camino irá encontrando a toda la fauna de la zona, como por
ejemplo, jovencitas que se enamoraron en secreto de él, antiguas amantes
despechadas, sensuales esposas de sus amigos, siendo en unas casas bien recibido
y en otras no.
Una estupenda película (nota:
8) esta peculiar road movie, más bien "pool movie", que
quitando algunas pequeñas estridencias de estilo típicas de los films de los
años 60 y 70 que me chirriaron algo, me cautivó totalmente. Se nos narra el
particular vía crucis (u odisea) de este nadador, donde en cada estación (o
puerto, o piscina) se nos muestra una porción de su vida pasada, a veces
lacerado, a veces ayudado por algún buen samaritano, para terminar de componer
un desolador panorama, algo desquiciado, una vida insustancial, banal, llena de
mentiras (y autoengaños); toda una demoledora crítica a la opulenta sociedad de
entonces que vivía sumida (y dormida) en su particular sueño americano, burbuja
que, como tantas otras, acabó por desinflarse. Pero esta parábola también tiene
otras posibles lecturas, como la del río de la vida (al estilo Jorge Manrique)
que es la sucesión de piscinas, y como ésta nos va desgastando y consumiendo.
Ahora algo de sabiduría
ajena que nos ayude a pensar mejor y a fluir con naturalidad por la vida:
- "Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
que es el morir,
allí van los señoríos
derechos a se acabar
y consumir". (Jorge Manrique).
- "Apresúrate a vivir bien y piensa que
cada día es, por sí solo, una vida".
(Séneca).
- "Nada es suficiente para quien lo
suficiente es poco". (Epicuro de
Samos).
- "No podrás nadar hacia nuevos
horizontes si no tienes el valor de perder de vista la costa". (William Faulkner).
- "El que está en todas partes no está en
ninguna. Los que viajan sin cesar tienen muchos huéspedes y ningún
amigo". (Séneca).
Besos y abrazos,
Don.
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