jueves, 26 de febrero de 2015

El matutino discurrir que no se estanca

¡Buenos días!

Estos matutinos que no cesan de surgir casi cada mañana y que me hacen, y dan mucho que pensar son parte consustancial de mí mismo en mi cotidiano devenir vital. Como estas nubes mañaneras que hoy no cesan de fluir al albur del leve viento que sopla y que parece llevarnos en volandas, casi sin darnos cuenta, hacia el cada vez más cercano equinoccio, punto final de este invierno cada vez más dulce.

Ayer por la tarde no estuve en el cine, que se me acabó la cartelera por esta semana, así que alimenté mis entendederas cinematográficas con una película enlatada, de infinita fecha de caducidad, una que quería ver hace bastantes años y que todavía no lo había hecho. Se trató de un film del año 1968, "El nadador" ("The swimmer"), de Frank Perry, y con Burt Lancaster, Janet Landgard, y Janice Rule. Bueno, también está dirigida por Sidney Pollack, pues el anterior abandonó antes de acabar por desavenencias con los productores.

Un apuesto hombre maduro que vive en una zona residencial de lujosas mansiones de alto standing e inmensas parcelas, aparece en bañador por la piscina de unos amigos a los que hace bastante tiempo que no ve. Allí se da cuenta de que todo el condado está cuajado de piscinas de amigos y convecinos, unas al lado de otras, y ante la perplejidad de estos decide regresar a su casa, en el otro extremo del valle, junto a su mujer y dos hijas, de piscina en piscina, dándose un chapuzón en todas. Por el camino irá encontrando a toda la fauna de la zona, como por ejemplo, jovencitas que se enamoraron en secreto de él, antiguas amantes despechadas, sensuales esposas de sus amigos, siendo en unas casas bien recibido y en otras no.

Una estupenda película (nota: 8) esta peculiar road movie, más bien "pool movie", que quitando algunas pequeñas estridencias de estilo típicas de los films de los años 60 y 70 que me chirriaron algo, me cautivó totalmente. Se nos narra el particular vía crucis (u odisea) de este nadador, donde en cada estación (o puerto, o piscina) se nos muestra una porción de su vida pasada, a veces lacerado, a veces ayudado por algún buen samaritano, para terminar de componer un desolador panorama, algo desquiciado, una vida insustancial, banal, llena de mentiras (y autoengaños); toda una demoledora crítica a la opulenta sociedad de entonces que vivía sumida (y dormida) en su particular sueño americano, burbuja que, como tantas otras, acabó por desinflarse. Pero esta parábola también tiene otras posibles lecturas, como la del río de la vida (al estilo Jorge Manrique) que es la sucesión de piscinas, y como ésta nos va desgastando y consumiendo.

Ahora algo de sabiduría ajena que nos ayude a pensar mejor y a fluir con naturalidad por la vida:

 - "Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
que es el morir,
allí van los señoríos
derechos a se acabar
y consumir".  (Jorge Manrique).

 - "Apresúrate a vivir bien y piensa que cada día es, por sí solo, una vida".  (Séneca).

 - "Nada es suficiente para quien lo suficiente es poco".  (Epicuro de Samos).

 - "No podrás nadar hacia nuevos horizontes si no tienes el valor de perder de vista la costa".  (William Faulkner).

 - "El que está en todas partes no está en ninguna. Los que viajan sin cesar tienen muchos huéspedes y ningún amigo".  (Séneca).

Besos y abrazos,

Don.
_____

No hay comentarios: