¡Buenos días!
Ni asomo de grisura en esta
deliciosa mañana de suave invierno, soleada y agradable, con alguna nube no
demasiado sucia que nada ensombrece, y que ni de lejos amenaza con lluvia, ni
con promesas de lubricidad a raudales. Aun así me asombro de la ebullición
hormonal que ya empieza a hacer hervir nuestra sangre, y a hacer brotar algún
que otro grano facial, como anticipo de una sensual y libidinosa primavera cada
vez más cercana, que ya se barrunta.
Este fin de semana estuve en
el cine viendo "Cincuenta sombras de Grey"
("Fifty shades of Grey"), de Sam Taylor-Johnson, basado en el
afamadísimo best-seller homónimo de E. L. James, y con Dakota Johnson y Jamie
Dornan. Es el segundo largo de esta directora, tras "Nowhere boy" (2009).
Una joven estudiante
universitaria de literatura en su último año tiene que entrevistar a un joven
multimillonario (el tal Grey) en lugar de su amiga enferma. Durante el
encuentro queda embelesada ante su arrobador atractivo. Mutua atracción, así
que tras la entrevista él la busca e inician una apasionada relación quedando
ella, absolutamente inocente e inexperta en cuestiones sexuales, bastante
sorprendida con los particulares deseos eróticos de él, de oscuro y tortuoso
pasado, y que le propone una relación no amorosa, sólo sexual, debiendo antes
firmar ambos un contrato, ella de sumisión y él de dominancia.
Una película (nota:
4) de la que esperaba que fuera un absoluto truño dadas las pésimas
críticas de la novela (primera de la trilogía) en la que está basada, y que no
he leído, trilogía que, dado el seguro éxito de público, habrá también en cine.
Sin embargo, a pesar de lo planito, blandito y simplón de la historia narrada,
con bastantes irritantes momentos que me chirriaron por entre mis entendederas,
gracias al buen empaque del continente (fotografía y música), al cuidadoso
empaquetado en celofán, como de anuncio navideño de perfumes (lo que no es ni
bueno ni malo para mí), y a algunos momentos sueltos durante el metraje (algún
diálogo incluido) me fue relativamente agradable de ver, soportable, pues no me
sentí un sumiso masoquista ante la nada sádica historia que se nos cuenta.
Aunque tuvo momentos que me
parecieron de un machismo insultante (y eso que está la novela escrita y la
película dirigida por sendas mujeres), sin embargo me gustó mucho eso que
destila del respeto a unas reglas de convivencia, sea sexual o más en general,
previamente acordadas y mutuamente aceptadas por las partes contratantes (no sé
si de la primera o segunda parte, esas marxistas de los hermanos Marx). Además
me pareció un híbrido, no sé si legal o bastardo, entre "Pretty
woman" (1990) de Garry Marshall y "Nueve semanas y media"
("Nine 1/2 weeks", 1986) de Adrian Lyne, con alguna cláusula
adicional de "Crepúsculo" ("Twilight", 2008) de Catherine
Hardwicke. También puede verse como un cuento rosa de hadas con una cenicienta
pelín libidinosa y con un príncipe nada azul, más bien grisáceo.
Ahora algo de sabiduría
ajena que seguro nos da pautas para mejor poder negociar nuestras reglas de
convivencia:
- "No negociemos con miedo, pero tampoco
tengamos miedo a negociar". (John
F. Kennedy).
- "La educación de la mujer no puede
llamarse tal educación, sino doma, pues se propone por fin la obediencia, la
pasividad y la sumisión". (Emilia
Pardo Bazán).
- "La pasión de dominar es la más
terrible de todas las enfermedades del espíritu humano". (Voltaire).
- "Nunca hay que dejarse dominar, incluso
cuando crees que el otro sabe lo que más te conviene". (Paul Auster).
- "El que domina a los otros es fuerte;
el que se domina a sí mismo es poderoso".
(Lao-Tsé).
Besos y abrazos,
Don.
_____
No hay comentarios:
Publicar un comentario