martes, 5 de marzo de 2019

Matutino de polos contiguos

¡Buenos días!

En estos multidimensionales matutinos que nada me repelen he aprendido, pues bien me lo han enseñado, que las extremidades se tocan entre ellas, pues lo mismo son, tan solo variaciones en grado de un mismo fenómeno, así que apenas nada las distingue, si acaso algo, lo suficiente para ser ellas mismas. Pues tras este desparrame físico-matemático-filosófico de poco didáctico profesor que os acabo de largar, y que espero no os haya aburrido ni abrumado tanto como para que os ausentéis mentalmente de por aquí, paso a algo más o menos prosaico, el tiempo. Nubes, claros y lloviznas tenemos y tendremos para hoy, según las previsiones, con viento y mucha tibieza térmica, madrugadas nada frías y máxima prevista de 16ºC.

Ayer por la tarde estuve en el cine viendo "Profesor en Groenlandia" ("Une anée polaire"), de Samuel Collardey, y con unos cuantos actores no profesionales que se representan a sí mismos, pues esta película es una especie de docudrama. Cuarto largo, y primero que veo, de este director francés de documentales ficcionados.

Un joven danés recién licenciado en Magisterio decide dejar su país natal en busca de una aventura laboral en Groenlandia (gran isla polar perteneciente a Dinamarca), dejando atrás la granja familiar, para disgusto de sus padres, pues no le satisface hacerse granjero en octava generación, y solicita voluntariamente una plaza de profesor de primaria en una pequeña y remota aldea de menos de 100 habitantes y clima extremo. Nada más llegar se siente como pez fuera del agua, sin conseguir conectar con los habitantes del lugar, todos esquimales, que le ven como a un tipo raro. Además, los chavales de su escuela le toman por el pito del sereno.

Una buena película (nota: 6), que vi con agrado, cine antropológico en simbiosis con cine de aventuras, que tangencialmente parece beber de las fuentes de aquella maravillosa, genial y mítica serie televisiva de los años 90, "Doctor en Alaska" ("Northern exposure"), pero no, ni de lejos. Retrato amable sobre choques culturales, incomprensión y presunta superioridad occidental, y de lecciones de vida aprendidas con humildad por el protagonista, de la implacable naturaleza, que por aquellos lares lo es más, con la ayuda de los lugareños, que hacen que se rompan sus rígidos esquemas y que consiga salir de la desubicación inicial y adaptarse al nuevo entorno.

Ahora unas citas de sabiduría ajena con las que tal vez aprender a no polarizarnos tanto:

 - "Nada necesita ser reformado tanto como las costumbres ajenas".  (Mark Twain).

 - "Nunca he dejado que mi instrucción escolar se interfiriera con mi educación".  (Mark Twain).

 - "Practicar hace maestro; que no leer en el cuaderno".  (Refrán).

 - "La naturaleza tiene muchas artimañas para convencer al hombre de su finitud -el incesante fluir de las mareas, la furia de la tormenta, la sacudida del terremoto, el largo retumbar de la artillería del cielo-, pero la más tremenda, la más sorprendente de todas es la fase pasiva del silencio blanco. Cesa todo movimiento, el aire se despeja, los cielos se vuelven de latón; el más pequeño susurro parece un sacrilegio, y el hombre se torna tímido, asustado del sonido de su propia voz. Única señal de vida que viaja a través de las espectrales inmensidades de un mundo muerto, tiembla ante su propia audacia, se da cuenta de que su vida no vale más que la de un gusano".  (Jack London).

 - "Un hueso para el perro no es caridad. Caridad es compartir el hueso con el perro, cuando se está tan hambriento como el perro".  (Jack London).

Besos y abrazos,

Don.
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