En
estos multidimensionales matutinos que nada me repelen he aprendido, pues bien
me lo han enseñado, que las extremidades se tocan entre ellas, pues lo mismo
son, tan solo variaciones en grado de un mismo fenómeno, así que apenas nada
las distingue, si acaso algo, lo suficiente para ser ellas mismas. Pues tras
este desparrame físico-matemático-filosófico de poco didáctico profesor que os
acabo de largar, y que espero no os haya aburrido ni abrumado tanto como para
que os ausentéis mentalmente de por aquí, paso a algo más o menos prosaico, el
tiempo. Nubes, claros y lloviznas tenemos y tendremos para hoy, según las
previsiones, con viento y mucha tibieza térmica, madrugadas nada frías y máxima
prevista de 16ºC.
Ayer
por la tarde estuve en el cine viendo "Profesor en Groenlandia"
("Une anée polaire"), de Samuel Collardey, y con unos cuantos actores
no profesionales que se representan a sí mismos, pues esta película es una
especie de docudrama. Cuarto largo, y primero que veo, de este director francés
de documentales ficcionados.
Un
joven danés recién licenciado en Magisterio decide dejar su país natal en busca
de una aventura laboral en Groenlandia (gran isla polar perteneciente a
Dinamarca), dejando atrás la granja familiar, para disgusto de sus padres, pues
no le satisface hacerse granjero en octava generación, y solicita
voluntariamente una plaza de profesor de primaria en una pequeña y remota aldea
de menos de 100 habitantes y clima extremo. Nada más llegar se siente como pez
fuera del agua, sin conseguir conectar con los habitantes del lugar, todos
esquimales, que le ven como a un tipo raro. Además, los chavales de su escuela
le toman por el pito del sereno.
Una
buena película (nota: 6), que vi con agrado, cine antropológico en
simbiosis con cine de aventuras, que tangencialmente parece beber de las
fuentes de aquella maravillosa, genial y mítica serie televisiva de los años
90, "Doctor en Alaska" ("Northern exposure"), pero no, ni
de lejos. Retrato amable sobre choques culturales, incomprensión y presunta
superioridad occidental, y de lecciones de vida aprendidas con humildad por el
protagonista, de la implacable naturaleza, que por aquellos lares lo es más,
con la ayuda de los lugareños, que hacen que se rompan sus rígidos esquemas y
que consiga salir de la desubicación inicial y adaptarse al nuevo entorno.
Ahora
unas citas de sabiduría ajena con las que tal vez aprender a no polarizarnos
tanto:
- "Nada necesita ser reformado tanto como
las costumbres ajenas". (Mark
Twain).
- "Nunca he dejado que mi instrucción
escolar se interfiriera con mi educación".
(Mark Twain).
- "Practicar hace maestro; que no leer en
el cuaderno". (Refrán).
- "La naturaleza tiene muchas artimañas
para convencer al hombre de su finitud -el incesante fluir de las mareas, la
furia de la tormenta, la sacudida del terremoto, el largo retumbar de la
artillería del cielo-, pero la más tremenda, la más sorprendente de todas es la
fase pasiva del silencio blanco. Cesa todo movimiento, el aire se despeja, los
cielos se vuelven de latón; el más pequeño susurro parece un sacrilegio, y el
hombre se torna tímido, asustado del sonido de su propia voz. Única señal de
vida que viaja a través de las espectrales inmensidades de un mundo muerto,
tiembla ante su propia audacia, se da cuenta de que su vida no vale más que la
de un gusano". (Jack London).
- "Un hueso para el perro no es caridad.
Caridad es compartir el hueso con el perro, cuando se está tan hambriento como
el perro". (Jack London).
Besos
y abrazos,
Don.
_____
No hay comentarios:
Publicar un comentario