¡Buenos días!
A pesar de mi sempiterna
miopía, con algo de presbicia añadida por la edad, mala vista que espero sea
tan sólo física, y no mental, admiro todo lo maravilloso que me rodea, y
disfruto con plenitud de ello en la medida de mis posibilidades, muchas veces
atónito ante el espectáculo, pero una vez que supero la emocionante conmoción
desparramo mi natural verborrea por doquier. El verano, a la chita callando,
sigue derritiéndonos con su ardorosa mirada, sin nube alguna por el horizonte
que vele su poderío térmico.
Ayer por la tarde estuve en
el cine viendo "La mirada del silencio"
("The look of silence"), de Joshua Oppenheimer. De este director
norteamericano afincado en Dinamarca había visto su anterior film, "The act of killing" (2012), con el que completa el
díptico de documentales que ha hecho sobre el genocidio de un millón de
indonesios, a mediados de los años 60, tras el acceso al poder del general
Suharto mediante un golpe de estado.
Una familia de
supervivientes descubre cómo fue ejecutado su hijo y la identidad de los
hombres que lo mataron a través del hermano más joven, que nació después del
genocidio, un optometrista que va visitando a domicilio a cada uno de los
posibles verdugos de su hermano, ya muy ancianos, para graduarles la vista y
ponerles gafas, a la par que les va preguntando por el pasado y les hace
enfrentarse a él, algo todavía difícil allí, pues muchos de los asesinos siguen
todavía detentando altos cargos políticos, aunque aparentemente ya no haya
dictadura por allí.
Espléndida película (nota:
8), de esas imprescindibles que hay que ver para mejor conocernos,
este sobrecogedor, apabullante y demoledor documental, no especialmente
agradable de ver por los hechos que se narran, aunque nada escabroso se
muestre, que todo está en la imaginación, aunque entonces fuera muy real. Me gustó
mucho más que la anterior.
Verdugos que casi (o sin
casi) se vanaglorian de sus atroces crímenes, parece que sin el más leve atisbo
de remordimiento, y que tratan de olvidar (ellos) y hacer olvidar (a las
familias de las víctimas), especie de alzheimer provocado, callando todos el
pasado, relativizándolo, incluso las víctimas, todos con la visión
distorsionada por el terror de antaño. Un acertadísimo y aceradísimo retrato de
la condición humana, que todos podemos llegar a ser víctimas o verdugos, según nos
sople el aire. Os la recomiendo. No os la perdáis.
Ahora algo de sabiduría
ajena, que nos haga mirar el mundo de otro modo y a no callar lo que hay que
decir:
- "Hay dos miradas: La mirada del cuerpo
puede olvidar a veces, pero la del alma recuerda siempre". (Alejandro Dumas).
- "¡Basta de silencios!¡Gritad con cien
mil lenguas! porque, por haber callado, ¡el mundo está podrido!". (Santa Catalina de Siena).
- "Aquellos que anuncian que luchan en
favor de Dios son siempre los hombres menos pacíficos de la Tierra. Como creen
percibir mensajes celestiales, tienen sordos los oídos para toda palabra de
humanidad". (Stephan Zweig).
- "Los oídos no sirven de nada a un
cerebro ciego". (Proverbio árabe).
- "El hombre que desee estar tranquilo ha
de ser sordo, ciego y mudo".
(Proverbio turco).
Besos y abrazos,
Don.
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