lunes, 25 de noviembre de 2013

Mi familia matutina

¡Buenos días!

Entre las varias familias que conforman mi vida, está esta entrañable familia matutina que me acoge en su seno cada vez que me acerco a ella, sin ponerme caras largas, sin reproches, derrochando cariñosísima y cálida afabilidad por sus cuatro, infinitos, costados, como debe ser. Por lo demás, estos muy fríos días de otoño, rayanos con los del invierno en modo de ser, radiantemente soleados por estos lares, que más al norte lo son de nieves y lluvias, siguen despilfarrando con generosidad sus más típicos colores conforme los vientos van deshojando de ocres y amarillos el cielo vegetal para irlos depositando a nuestros pies y alfombrarnos a nuestro paso, para hacernos más fácil el camino de la vida, mientras se van desvaneciendo.

Este fin de semana estuve en el cine viendo una película que desde ya os recomiendo encarecidamente, muy encarecidamente, que vayáis a ver. Una más que sobresaliente maravilla. Se trató de "Una familia de Tokio" ("Tokio kazoku", de Yoji Yamada, y con Isao Hashizume, Kazuko Yoshiyuki, Tomoko Nakajima, y Yu Aoi, entre varios otros más. De este veteranísimo director, ya octogenario, tan sólo había visto uno de sus anteriores films de su larguísima filmografía, otra delicia: "The hidden blade" ("Kakushi-Ken: Oni no tsume", 2004).

Homenaje al clásico japonés, un remake de esa obra maestra en toda regla que es "Cuentos de Tokio" ("Tokio monogatari", 1953), de Yasujiro Ozu, en la que participó el director como ayudante, y se nos cuenta como un matrimonio llega a Tokio desde su hogar en una aldea de una pequeña isla japonesa para visitar a sus tres hijos (y a sus nietos), a quienes hace muchos años que no ven. El primero es un médico que dirige una pequeña clínica, la segunda lleva un salón de belleza, y el menor es un técnico de escenografía. Los hijos quieren que sus padres tengan una agradable estancia en la capital, pero como están tan ocupados con sus quehaceres cotidianos no les prestan la debida atención. Además, los ancianos tampoco se encuentran muy a gusto en la gran ciudad.

Parecía a priori una temeraria osadía versionar una obra maestra, pero sale del lance con sobresaliente. Esto es un remake como debe ser, que sin perder la esencia de la inmortal historia que cuenta, le da un leve barniz moderno, quedando un fresquísimo fresco de las relaciones familiares, de como ven los padres a sus hijos, y del arrinconamiento que en general sufren los ancianos en esta moderna sociedad occidental, pues parece que molestan en la ajetreada vida de sus hijos, quienes con algo de egoísmo en algunos de ellos no les prestan la debida atención, que a veces reciben altruistamente de otros sin lazos de sangre. Una película pausada, reflexiva, como su referente, en la que se dice más con lo que no se dice. Empieza trivialmente, narrando la cotidianidad familiar, pero hacia la mitad empieza a ganar una hondura emocional que desarma, como así sucedía con la que homenajea y con otra deliciosísima obra maestra que es para mí "Still walking" ("Aruitemo, aruitemo", 2008), de Hirokazu Kore Eda, de quien me han maravillado todos los films suyos que he visto, y que la semana que viene estrena otro en España, que será convenientemente glosado.

Ahora algo de sabiduría ajena que seguro nos ayuda a familiarizarnos con la vida:

- "No es la carne y la sangre, sino el corazón, lo que nos hace padres e hijos".  (Friedrich von Schiller).

- "Jamás en la vida encontraréis ternura mejor y más desinteresada que la de vuestra madre".  (Honoré de Balzac).

 - "A una madre se la quiere
siempre con igual cariño
y a cualquier edad se es niño
cuando una madre se muere".  (José María Pemán).

- "La familia es un complemento nuestro, complemento mayor que nosotros, anterior a nosotros y que nos sobrevivirá con lo mejor de nosotros".  (Alphonse de Lamartine).

Besos y abrazos,

Don.
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